Si visita este blog por PRIMERA VEZ, le recomendamos leer EN PRIMER LUGAR Empezando por el principio.


domingo, 7 de abril de 2013

MindBook - 13: El smartChip

Capítulos anteriores: 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09, 10, 11, 12


En este salto, Inquieto8! esperaba llegar al final de su viaje mental y encontrarse de nuevo en el presente, pero no le dio tiempo ni a prepararse. En poco más de dos segundos, el contador se detuvo en el año 2050 y se encontró de nuevo en su salón, donde el decorado ya le resultaba más familiar. La estantería ya no alojaba ningún libro, aunque la pantalla era distinta, más pequeña que la actual, pero mayor que la recordada en su anterior parada, quince años antes. Estaba de nuevo con su padre en medio de una conversación que exudaba tensión. Y le sorprendió una sensación física que no había experimentado en todo el viaje: dolor. Sentía una notable molestia en la parte posterior del cuello, lugar donde recordaba llevar el chip subcutáneo, con lo que también cayó en la cuenta de que, a medida que la fecha se aproximaba a la actualidad, podía simultanear con más facilidad sus recuerdos –o, por lo menos, algunos de ellos–. Se escuchó decir a sí mismo:

–Pues yo no veo tanto problema. Si todos llevamos chip es mejor. Fin de los privilegios. Todos controlados. No sólo los delincuentes. Y el que no lo haga, por exclusión, quedará todavía más identificado que si lo llevara ¿Qué tiene de malo eso?

Acababan de llegar del centro donde les habían implantado un chip subcutáneo, siguiendo la reciente directiva del sistema que lo había decretado con alcance universal. Siguendo con la encomiable política de transparencia, les habían informado tanto de sus características y funcionalidad como de las indudables ventajas que iba a representar la nueva medida. El chip, de sólo cinco milímetros de diámetro y 10 micras de espesor, era toda una maravilla de la tecnología. Se autoalimentaba por contacto con las terminaciones nerviosas de la dermis, por lo que no era necesario el cambio de baterías –a pesar de lo cual les previnieron de que, en el futuro, podía ser necesario reprogramarlo o sustituirlo por versiones más avanzadas–. También les informaron de que el contacto físico con los nervios podría provocar una molestia muy localizada que desaparecería rápidamente, tan pronto como el sistema nervioso enmascarase al intruso. El chip era activo e inteligente –de hecho, era todo un smartchip–, esto es, informaba al terminal de MindBook más próximo –pantalla domiciliaria, pantalla pública, cámara de tráfico o de seguridad, etc.– de la identidad unívoca del portador. El alcance aproximado era de unos quince metros. Con esta medida se resolverían definitivamente los frecuentes errores de identificación basados en el sistema actual, dependiente de terminales móviles tipo smartphone o smartwatch, algo que sólo podía representar ventajas para la gente de bien. Su segunda función era mantener una ficha médica con el historial de datos relevantes en caso de emergencias o accidentes. Fundamentalmente, intervenciones quirúrgicas, implantes, dispositivos electrónicos o biónicos y alergias. Evidentemente, la protección de los datos frente a terceros estaba garantizada por encriptación cuántica y disponible únicamente para centros médicos y personal de emergencias. El mantenimiento de la ficha se realizaba automáticamente por MindBook y estaba siempre a disposición del usuario de forma segura y unívoca pues el propio chip se encargaba de su identificación.

–Si no le ves ningún problema, resulta imposible que te lo haga ver –replicó su padre.
–Papá, yo no he dicho eso. Lo que he dicho es que no le veo «tanto» problema. Por ejemplo, me duele y ya no nos podremos apretar el nudo de la corbata –a Inquieto8! le gustaba picar a su puntilloso padre. Continuó hablando.
–Me sorprende que una persona como tú, tan detallista, no preste atención a tu interlocutor. Aunque sea tu hijo –con esto, creyó que ya era suficiente pulla.
–Lo de menos es la pequeña molestia física que sentimos ahora, la cual pasará en poco tiempo. A pesar de que, como bien sabes, no me gusta hablar de estas cosas –se refería a todo lo relacionado con el sistema–, creo que hemos dado un salto cualitativo a peor –bajó la voz hasta el susurro para decir lo siguiente–, y tengo que decirte que lo de hoy representará una importante molestia no-física permanente. Si no, al tiempo –concluyó su padre con tono casi inaudible.

En este punto, pulsó Pause. Esta conversación, estaba relativamente fresca en su memoria, pero no recordaba el mensaje susurrado. De hecho, no le sorprendió la actitud de su padre. Desde la generalización obligatoria del uso de MindBook, su actitud había cambiado, volviéndose más reservado. A diferencia de su carácter anterior, extrovertido y defensor impenitente de sus convicciones sociales y políticas, se mostraba un sumiso practicante de la «obediencia social acrítica» de su abuelo, sin alardes externos de su grado de convencimiento. Con respecto al sistema, irradiaba una imagen parecida a la de un jugador profesional de póker, haciendo imposible conocer lo que realmente pensaba. No le recordaba nunca haber exteriorizado ante extraños su posición, que era siempre formalmente ejemplar. Únicamente se permitía pequeñas licencias con su hijo, como la conversación que estaban manteniendo en el recuerdo pausado. Pero, en las contadas ocasiones en que se sinceraba con él, evidenciaba siempre una cierta desconfianza hacia la omnipresente pantalla, lo que le llevaba a bajar el tono de voz aunque no estuviese activada la sesión. Decidió seguir y pulsó de nuevo Play. Esperaba acceder a novedades más sustanciosas.

–Pero papá, llevamos ya quince años registrados en MindBook y más de diez controlados mediante el smartphone obligatorio y todo el coñazo de llevarlo siempre contigo y en marcha allí donde vayas, incluso en casa. Por lo menos, ahora lo podremos apagar y gastaremos menos batería –trivializó de nuevo, esperando picar un poco más a su progenitor.
–Hijo mío, como puedes suponer, a mi edad, setenta y cinco años y recién jubilado, comprendo perfectamente que veamos la realidad de forma distinta. Quizá lo entenderías mejor si hubieses tenido descendencia, pero no ha sido así, circunstancia que, visto el cariz que están tomando los acontecimientos, no me parece desacertada –su padre finalizó la frase en un susurro casi inaudible.
–Entiendo tu nostalgia, que comparto en parte, pero la veo poco realista y poco productiva, lo cual me extraña dado tu carácter extremadamente práctico. De acuerdo, no hay libros ni papel, todo está en MindBook, libros, películas y noticias, nuestros smartphones, smartwatches, smartrobots y toda la interminable familia de smartgadgets, incluido el nuevo smartchip subcutáneo, están conectados permanentemente, todas nuestras sesiones, conversaciones, escritos y consumos de información están grabados, cualquier pantalla o cámara registra nuestra presencia inmediatamente, incluso por la calle, no se nos permite intimar fuera del sistema y todo lo que no voy a poder citar, porque abarca prácticamente a todo lo imaginable, pero no veo el problema por el simple e importante hecho de que nos afecta a todos. Y en esto parece que todos estamos de acuerdo. Llámalo pseudo-democracia u «obediencia civil acrítica», pero esto es lo que hay. Y que conste que no me importa pertenecer a la einsteniana «masa borregil» a la que se refería siempre el abuelo, quien debemos reconocer que fue todo un visionario.

Inquieto8! pensó que era el momento de fijar su posición. No había otra ocasión mejor que esta, con el smartchip recién implantado, circunstancia que se resistía a calificar de histórica como defendía su padre, porque para él no era más que una etapa más en el progreso del sistema, en el que, debía reconocer, no le había ido del todo mal.

Este pensamiento pertenecía al recuerdo y lo percibió tan vívidamente que llegó a creer que se encontraba reflexionando en el presente, pero la decoración seguía evidenciando que se encontraba quince años atrás, reviviendo lo que sucedió realmente. Apartó toda distracción y se sumergió de nuevo en el pasado-presente. Seguía hablando y su padre le escuchaba con visible pesadumbre en el rostro.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario