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miércoles, 9 de julio de 2014

2004: seis meses con Alan Parsons

Hace diez años, entre Enero y Junio, me encerré —literalmente— en un «estudio» de cuatro metros cuadrados, con dos sintetizadores, un PC y mucho software, y me propuse crear mi propia versión del que en mi opinión es uno de los mejores álbumes de la historia: «The turn of a friendly card» de Alan Parsons. Fue mi primer y último contacto con la auto-producción musical, probablemente debido al agotamiento físico y psíquico con el que llegué a Julio, un tanto decepcionado por el resultado.

He aquí el engendro, donde la Calidad y la Excelencia le corresponden a Alan Parsons y la Ética personal podría entrar con calzador si considero cumplido el compromiso que tomé conmigo mismo. Y ahora, diez años después, creo que quedó razonablemente bien. Debo decir que esta producción, nacida como proyecto y reto estrictamente personal, solo ha tenido recorrido en mi entorno próximo, y que hacía más de cinco años que no lo escuchaba de nuevo. Ayer me topé con el CD en mi discoteca y se me ocurrió compartirlo. Solicito comprensión a los oyentes con formación musical (yo no la tengo, soy un analfabeto académico, toco algo la guitarra de oído) y a los fans de Alan Parsons, pero lo que garantizo es su autenticidad. Gracias por la paciencia. Y, por favor, no dejen de (o vuelvan a) escuchar el original.





















martes, 1 de julio de 2014

La (des)Mejora Continua

«No esperes que las cosas cambien si sigues haciendo lo mismo» (Albert Einstein).

Para bien y para mal. Creo que estaremos todos de acuerdo en que somos animales de costumbres y que nuestra vida está condicionada por una multiplicidad de rutinas cuya ejecución llega, por repetición, a practicarse de un modo inconsciente, como algo intuitivo, casi como un reflejo condicionado. Y esta forma de actuar, profundamente humana, no es bien vista por muchos presuntos eruditos, detractores de lo que califican como una deshumanización robótica, que, como casi todo, solamente es nociva si se convierte en irreflexiva norma que presida todos nuestros actos. Porque existen rutinas ejemplares, en especial, las adoptadas tras una reflexiva consideración o como resultado de la aplicación del método de prueba y error, ambas rutinas «positivas» básicas. Con esto llegamos a la diferenciación entre dos tipos de rutinas opuestas, las «positivas», que son las que nos reportan un beneficio o mejora y, sensu contrario, las «negativas», es decir, las que nos producen un perjuicio, degradación o deterioro. Y el quid de la cuestión reside en su balance. Ni que decir tiene que me encuentro entre los fervientes defensores de la adopción de rutinas «positivas», lo que incluye una predisposición adquirida —indudablemente debida a mis padres y maestros— a aprender, experimentar y validar o descartar nuevos automatismos.

Dentro de las rutinas, también debemos distinguir entre las de simple ejecución —con inicio y final identificable— y los bucles de ejecución continua, lo que determina su alcance temporal, que, en el caso de las segundas, deviene en filosofía vital, en principio ético básico, en forma de vida. Y esto es aplicable indistintamente tanto a las «positivas» como a las «negativas».

Y de entre las rutinas «positivas» destaco especialmente la denominada «ciclo de mejora continua» (1), un bucle cerrado de aplicación universal que en sólo cuatro actividades encierra el secreto del éxito, pero cuya negación —sea por ignorancia, miopía o perversidad—, conduce al irreversible y permanente deterioro del proceso, actividad o empeño al que se le aplique, situación dominante en la actualidad, tanto en el plano individual como en el colectivo (2).

Mejora continua
En primer lugar, resulta obvio que un pre-requisito para la aplicación de este ciclo es definir los resultados (el producto, p.e., cocinar una paella) y los objetivos (p.e., que me felicite la familia) del proceso (3).

Dicho esto, veamos rápidamente su fases:

Rutina "positiva"
Planificar: En pocas palabras: «pensar antes». Por descontado, siempre y cuando se pueda —y se puede mucho más de lo que nos parece—, y a pesar de lo que nos digan los agoreros y maestros de nada, los cuales defienden que planificar no sirve por la simplista y simplificadora razón de que ningún plan se cumple. Benditos e incompetentes ilusos y, probablemente, ciegos. Pues claro, pero... ¿es que no han visto el bucle? 

Hacer: Es muy sencillo: «hacer lo previsto». Así de fácil y así de difícil. Mi experiencia me ha enseñado que la mayoría de individuos (4) nunca lo hacen. Las causas son múltiples, pero la más frecuente es por rebeldía y afirmación del individualismo, apoyados en un demoledor «yo yá sé lo que me hago» o «nadie me va a decir lo que he de hacer» o «nadie me va a enseñar cómo hacer mi trabajo».  

Verificar: En resumen: «ver si se cumple lo esperado». Más fácil, imposible.

Actuar: Hablando en plata: «actuar para mejorar». Si hay desviaciones, investigar las causas y eliminarlas, incorporando estas acciones a la planificación. Si se ha cumplido lo esperado, investigar posibles mejoras e incorporarlas a la planificación, es decir, modificarla. En ambos casos, pensar y vuelta a empezar.

Desmejora continua
Una imagen valdrá más que mil palabras:
Rutina "negativa"
No me negarán que, por lo menos a nivel colectivo (5), este ciclo les suena. Y tampoco me negarán que nuestro sistema social está desmejorando continuamente. Y que la incógnita es si también lo está haciendo irreversiblemente.

Conclusión
Incorporar esta simple rutina positiva a la máxima cantidad posible de nuestras actividades es de lo más recomendable. Enriquece y fortalece nuestra posición Ética y representa una mejora indudable de la Calidad, así como una notable aproximación a la Excelencia individual. Y si cunde el ejemplo, esta mejora podrá extenderse a la moral colectiva, que falta nos hace. Recordemos que la esencia de todo reside en un sencillo «cumplir lo prometido», con la no despreciable condición de que «lo prometido» sea también «lo esperado», condición más fácil de cumplir en el plano individual —lo lógico, si bien no descartable, es que no nos engañemos a nosotros mismos—, pero más difícil en el plano colectivo, donde las probabilidades de que nos engañen conscientemente son, desgraciadamente, mucho más elevadas (6)

Notas:
  1. Ciclo de mejora de Deming (William Edwards), PDCA (Plan, Do, Check, Act) o el autóctono PHVA (Planificar, Hacer, Verificar, Actuar).
  2. A fin de cuentas, lo colectivo (moral, corrupción política, etc.) no es más que la media estadística de lo individual (ética, manga lo que puedas como ellos, etc.). Y esto es otro bucle realimentado negativo (los políticos salen del pueblo) que no conduce a nada bueno. Pero esto es otro tema.
  3. Es de aplicación universal, tanto en productos como en servicios.
  4. Olvídense del agravio de género. Es un término estadístico y en justa compensación, la estadística es femenina.
  5. No quería, pero no hay manera de sustraerse. Me refiero a la política.
  6. Y de nuevo pienso en la política, en especial, en los programas electorales.