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miércoles, 15 de agosto de 2012

La Libertad y el Debate

Por su extraordinario interés, alojo en mi blog este clarividente artículo de Lluis Foix, publicado el martes, 14 agosto de 2012 en La Vanguardia y me permito el atrevimiento de comentarlo. El texto original se muestra en cursiva (los resaltados son míos, espero no emborronarlo demasiado).

Soportar nuestra responsabilidad nos hará fuertes.
Jerusalén mata a sus profetas y Atenas a sus pensadores. Es una de las muchas conclusiones a las que llega el asombroso George Steiner en su libro "La poesía del pensamiento", un estudio de la relación entre lenguaje, poesía y pensamiento filosófico desde los tiempos presocráticos hasta nuestros días. La historia revela que no hay vocación más peligrosa que el ejercicio de la razón, una constante crítica, franca o disimulada, de las normas dominantes. Uno de los peligros que plantea la crisis que recorre toda Europa, también en los países que imponen sus criterios sobre otros con el argumento de que son más poderosos, es que se apaguen las voces críticas del ejercicio de la razón porque pueden ir en contra del pensamiento mayoritario.

El respeto a las minorías que garantizan los sistemas libres no se limita a la procedencia geográfica o étnica, sino que abarca también al derecho a disentir de ideas que por ser mayoritarias no equivale a considerarlas únicas y obligatorias.

Los gobiernos, desde el de la canciller Merkel al de Rajoy y el de Artur Mas, representan a sus conciudadanos respectivos y han de garantizar la pluralidad y diversidad de sus sociedades. Una de las razones que explican la última gran tragedia europea es la eliminación o desprecio de voces que en Alemania, y también en Francia, no aceptaban los parámetros del totalitarismo nazi. El pensamiento crítico se pagó con la vida, el caso de Trotski es uno de los más emblemáticos, en la Rusia de Stalin. Se daba la circunstancia de que los gulags eran ignorados por los pensadores marxistas de manual y los que se atrevieron a disentir fueron considerados traidores a la gran causa de la revolución mundial.

El consenso ha gozado de gran prestigio en la transición española. Me parece bien. Soy más partidario, sin embargo, del debate abierto y plural para discutir desde la razón sobre las cuestiones que nos preocupan a todos. El viejo Chesterton dejó escrito que el problema de su tiempo no era la falta de fe sino la falta de razón. Lo mismo ocurre hoy. Max Weber lo formuló de otra manera en la distinción entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.

Vienen tiempos, en definitiva, de responsabilizarse de las consecuencias de los propios actos sin refugiarse en cargar la culpa a los otros, sobre todo cuando las cosas no marchan como se había previsto.

En primer lugar diré que me parece acertadísima y oportuna la simbiosis entre literatura y filosofía y su proyección sobre el tormentoso momento histórico que nos afecta. En segundo lugar, destaco el extraordinario peso específico, la densidad conceptual de la exposición que se encierra en las escasas líneas de texto empleadas. Esta capacidad de síntesis es absolutamente infrecuente. La calificaría de una obra de arte minimalista. Hemos visto pasar ante nuestros ojos, en rápida secuencia, conceptos tales como Religión y Filosofía, Fe y Razón, el respeto a las minorías, el nazismo, el comunismo y la Ética, de tal forma que, una vez finalizada la lectura, no nos deja otra opción que reflexionar profundamente.

Terminaré diciendo que, en mi opinión, el alcance del artículo rebasa los límites de Europa y se extiende a cualquier sociedad con gobierno democráticamente elegido y a cada uno de sus miembros, como queda magníficamente expresado en la última frase. La responsabilidad recae en cada uno de nosotros. Lo de cargar las culpas a los otros es un recurso de mediocres e incompetentes. Deberíamos tomar conciencia y actuar en consecuencia, empezando por denunciar este discurso omnipresente en el discurso político excretado desde cualquier esquina del espectro.

Pienso, y así justifico esta "apropiación", que es un excelente principio de actuación a incorporar a nuestra ética personal.

"La libertad significa responsabilidad. Es por eso que la mayoría de los hombres la ignoran" (George Bernard Shaw)

"Culpar a los demás es no aceptar la responsabilidad de nuestra vida, es distraerse de ella" (Facundo Cabral)

"No puedes escaparte de la responsabilidad de mañana al evadirla hoy" (Abraham Lincoln)

"Destruir el principio de responsabilidad, o al menos trasladar la responsabilidad (de los individuos a los funcionarios), no es un inconveniente menor. La responsabilidad es todo para el hombre. Es su motor, su profesor, su remunerador y su vengador. Sin ella, el hombre pierde su libertad de escoger, su capacidad de perfeccionarse y su moralidad. Sin ella el hombre deja de aprender, deja de ser hombre. Cae en la inercia y se convierte en una unidad de un rebaño" (Frédéric Bastiat)

lunes, 13 de agosto de 2012

Causalidad y Tiempos verbales

Se acostumbra a trivializar el concepto de causalidad con la socorrida frase 1) "toda causa produce un efecto" sin pararnos a pensar en el artículo indeterminado. Por si esto fuera poco, hay quien defiende que el artículo debería sustituirse por el posesivo, quedando así: 2) "toda causa produce su efecto", conclusión que establece una relación unívoca con la que, en principio, no estoy de acuerdo, a menos que especifiquemos el tiempo verbal desde el que hacemos esta afirmación. Los defensores a ultranza (es decir, sin matizaciones) de esta frase son partidarios de la escuela filosófica bautizada como "determinismo".

En cambio, yo prefiero invertir la proposición y formularla así: 3) "todo efecto tiene su causa". Y pienso que esta afirmación es unívoca e independiente del tiempo. Intentaré justificar esta convicción, evitando la indudable carga conceptual que subyace en el término, tanto desde el ámbito de la Ciencia como de la Filosofía, utilizando la imagen del chico saltador. Por lo tanto, la causa que analizamos es "el salto", la acción de "saltar por encima de un taburete". Esto significa que nos vamos a olvidar de la mecánica cuántica, de la incertidumbre, de los experimentos con gatos y de la mariposa que causa tornados en los antípodas.

1) "Toda causa produce UN efecto". La indeterminación indica que no sabemos si produce uno o muchos y la califico de cierta y atemporal. Expresada en estos estrictos términos, quiere decir que el salto del taburete "puede" provocar múltiples efectos en el niño. Y, antes de que se produzca, es imposible especular sobre ellos. Puede provocar, en el mejor de los casos, satisfacción por conseguirlo. Pero también se puede romper la nariz, un brazo o una pierna.

Esta reflexión me hace rechazar la causalidad "directa" o "inductiva", que proyectándose hacia el futuro, presenta un fuerte tufo a predicción. Esta causalidad la practican, entre otros, las pitonisas, los economistas y los políticos.

2) "Toda causa produce SU efecto". La considero válida únicamente cuando el efecto ya es conocido. Es decir, cuando el chico ya se ha roto la nariz. Podemos afirmar que la causa raíz (1) del estropicio reside en el salto del taburete. Las madres lo saben bien. También saben que, entre la rotura de la nariz y el momento previo al salto, pueden existir innumerables causas, las cuales, probablemente, quedarán sin determinar (poco impulso, resbalón previo, zapatos inadecuados, distancia inadecuada, suelo mojado, etc., etc.). Imaginemos la investigación de un accidente de aviación. Y con esta segunda frase, nos vamos a la tercera, a la que considero una simple variante, aunque más ajustada a la realidad.

3) "Todo efecto tiene su causa". Daremos por válidas todas las reflexiones dedicadas a la frase anterior, puntualizando que a esta forma de entender la causalidad la defino como "inversa " o "deductiva" porque se dirige hacia el pasado, implicando una investigación de los hechos consumados. Me gusta y la practicamos, entre otros, la policía y, con poco éxito, las comisiones del Senado.

Terminaremos con alguna reflexión sobre la importancia de conocer (investigar) las causas de los desaguisados. Equivocadamente, le concedemos más atención a los efectos que a las causas. Para preocuparnos de llevar al chico a Urgencias no se precisa demasiada sagacidad. Pero debemos conocer la causa. Si ignoramos que reside en saltar un taburete, difícilmente podremos intentar que nunca más se rompa la nariz por "saltar un taburete". Quizá se la romperá por otra causa, pero no por esa. Eliminar la causa es la única forma de evitar la recurrencia de un problema.

Como colofón, dedicado a rigurosos y detallistas (y a madres tolerantes), si hubiésemos "investigado" e identificado una causa intermedia entre el salto y el estropicio, en lugar de prohibirle saltar el taburete, prepararíamos el mejor entorno para el salto (suelo seco, zapatillas de salto, marcar la línea de salida, un buen bocadillo en el desayuno, etc.) y así facilitaríamos su autorealización y la ausencia de traumas futuros.

En resumen, frase propia:

"Desde el presente, no podemos conocer el efecto de una causa, pero sí podemos investigar la causa de un efecto"

1.- La causa raíz es la más alejada del efecto sobre la que tenemos control. Es decir, que la podemos eliminar.

sábado, 11 de agosto de 2012

Las Cuatro Tolerancias

En una reciente entrada hemos tratado el tema de la Tolerancia y sus límites con el objetivo de intentar definir el concepto y su caracterización como un Valor positivo. Sucede que, tras reflexionar sobre un tema, he experimentado que se abre una ventana de tiempo en la que su recuerdo se mantiene fresco en la memoria próxima y nuestro cerebro le presta, inconscientemente, una atención especial.

En esta corta ventana de tiempo, he sido protagonista de dos sucesos que han puesto a prueba, precisamente, mis propios límites de tolerancia. En especial, uno de ellos, ha despertado una reacción instintiva e instantánea, poniendo en cuestión mis propias convicciones y revelando el enorme peso que éstas pueden representar en nuestro día-a-día.

No creo oportuno exponer en detalle ambos casos, pero sí me gustaría reflexionar sobre ellos como complemento a la reciente entrada del blog a la que he hecho referencia.

Especifiquemos nuestra Tolerancia con precisión.
El primer caso es el que provocó una reacción inmediata, ya que se trataba de un cara-a-cara. Cuando uno tiene una convicción profundamente arraigada, puede considerar como una agresión a sus principios la explícita (o apenas velada) puesta en duda de los mismos. En la anterior entrada dedicada al tema, habíamos establecido la diferencia entre "ofensa" y "daño" y también habíamos defendido adoptar una actitud racional ante una ofensa moral, la cual nunca debería ser tratada como un puñetazo en las narices. Pues bien, tras esta experiencia, mi reflexión es que quizá existe una actitud intermedia que podría definir como Tolerancia "simétrica", concepto que analizaré en detalle más adelante.

En cambio, el segundo caso (un complejo caso de ofensa en un entorno virtual sin cara-a-cara físico) permitió una valoración racional previa, que creo cumplió con mis límites de tolerancia (o de intolerancia, que es lo mismo). Ni que decir tiene que resulta difícil comportarse del mismo modo en diálogos "virtuales" que en diálogos "presenciales", aunque hay quien tiene especial facilidad para repartir, si lo cree necesario, puñetazos literarios. En este caso, mi reacción creo que respondió a la Tolerancia "unilateral" de la que hacía gala, ostentosamente, mi "adversario".

Sin más preámbulos, voy a exponer las, a mi modo de ver, cuatro clases de Tolerancia:

Tolerancia absoluta: la que no necesitaría adjetivarse. Yo la definiría simplemente como La Tolerancia. Corresponde al "poner la otra mejilla" en cualquier circunstancia. Pertenecen a esta categoría (entre otros muchos, por suerte para los humanos) Mahatma Gandhi, la madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y las Hermanitas de la Caridad.

Tolerancia relativa: Es una forma especial de Tolerancia "absoluta" y se caracteriza por tolerarlo todo, haciendo pública gala de ello, excepto cuando te afecta directamente. Un ejemplo podría ser tolerar (y defender) el robo de comida por parte de "no indigentes" bien alimentados (sólo hay que verlos) en un supermercado con la peregrina justificación de hacer de Robin Hood (o de Curro Jiménez, de actualidad por el deceso del gran Sancho Gracia) para "dar de comer al hambriento". En cambio, con total seguridad, la mayor parte de estos "tolerantes" no aceptarían que se les "expropiase" su propio carro de víveres una vez pagado. Estos individuos practican lo que defino como Tolerancia "relativa". Creo que se trata de la más inhumana, representando lo peor de lo peor.

Tolerancia simétrica: Se da esta categoría cuando aplicamos y esperamos los mismos límites (grandes, pequeños, selectivos, etc., los que hayamos establecido) a nosotros y al entorno. Dicho de otra forma, somos tan tolerantes como deseamos y esperamos que lo sean nuestros semejantes. En mi opinión, es la más humana de todas, lo que no quiere decir que, estadísticamente, sea la más frecuente.

Tolerancia unilateral: Corresponde a quien exige a (o espera de, por su exagerado yoísmo) sus semejantes una amplia tolerancia con "sus" principios, pero concede poca o nula a los de sus semejantes. En resumen, también la podríamos calificar de Tolerancia "asimétrica". Se da la particularidad de que, a menos de que se encuentre con un tolerante "absoluto", en la mayoría de casos, convierte temporalmente a su oponente en "unilateral" pero de signo contrario (por el elemental principio físico y psíquico de acción y reacción).

Elijamos con cuidado la clase de Tolerancia que incorporemos a nuestra Ética personal. Y hoy, para no repetirnos, no hay refranes.

jueves, 9 de agosto de 2012

Filosofía, Ciencia, Metafísica, Física y Equilibrio

Empezaré calificando lo que sigue como una "reflexión de verano".

Reflexionando: ¿Realidad o Apariencia?
Si tomamos los cuatro primeros términos del título dos a dos, nos encontramos con conceptos que, frecuentemente, se contraponen, provocando filias y fobias que, a mi modesto entender, necesitan mucho "Equilibrio" (empleo este término por asociación con la Física, pero, en realidad, podría haber escrito "Tolerancia").

Siempre se me ha criticado una obsesiva tendencia al reduccionismo y la simplificación (tanto en temas "filosóficos" como en mis actividades profesionales), a lo que he contrapuesto mi argumento de que el secreto está en "lo simple" y que la búsqueda de esta "simpleza" pasa necesariamente por un análisis profundo de los conceptos que llevan a su "destilación". Esta "filosofía" personal es la que me llevó a congeniar rápidamente con Wittgenstein y su preocupación por el significado de las palabras y, consecuentemente, por la profundidad conceptual que puede residir en cada una de ellas y, particularmente, a la conclusión de su indigesto "Tractatus..." donde utiliza una metáfora (arrojar la escalera donde te has subido) y concluye con la lapidaria y conocida frase, nada metafórica, "De lo que no se puede hablar hay que callar".

Creo sinceramente que, para observar "lo simple", es preciso "subirse a la escalera" y ganar perspectiva y que el dicho "los árboles te impiden ver el bosque" es una verdad "absoluta" y que este alejamiento del campo de batalla dialéctico y de los, frecuentemente, extensos, dispersos y confusos discursos "filosóficos" es el que permite destilar el espíritu (la "esencia") de los conceptos contenidos en las simples palabras.

Sin más preámbulos (qué complejo y extenso puede ser defender la sencillez) paso a exponer una visión reduccionista y simplificadora (espero que no se tache de simplista) de términos tan complejos:

Doy como válida para la definición de "filosofía" la que se desprende del punto de partida siguiente (justificado en el Diccionario de Ferrater Mora): "la Filosofía nació cuando el hombre empezó a cuestionarse la realidad y a diferenciarla de la apariencia". Dicho de forma coloquial: cuando empezó a ser consciente de que "las apariencias engañan". Esto relacionaría la Filosofía más con las preguntas que con las respuestas ("cuestionarse la realidad").

Por lo tanto, la definición mas "simple" sería "La filosofía es cuestionarse la realidad".

Lo que nos lleva al primer término contrapuesto: la "apariencia". Realidad y Apariencia, serían pues, la primera pareja "filosófica". Y, consecuentemente, el embrión de la futura diferenciación entre Filosofía (realidad) y Ciencia (apariencia) y a la Metafísica (Filosofía) y la Física (Ciencia). Digo "futura", porque en la época de Platón y Aristóteles, a los sabios llamados "filósofos", hoy los llamaríamos también "científicos".

A continuación de esta "primera pareja", con el devenir y el consecuente desarrollo del pensamiento filosófico, han empezado a florecer nuevas parejas de términos que, en mi opinión, representan de forma "simple" la enorme complejidad de dicho pensamiento, pero que, en el fondo, son formas distintas de enfocar lo mismo: el origen, la diferencia entre el mundo real y el aparente.

Para terminar, propongo dos definiciones  (en interpretación libre, no exhaustiva, un punto irónica y sin orden de precedencia) para los términos Filosofía y Ciencia, utilizando los conceptos a los que creo dedican principalmente su atención, lo cual no significa, en ningún caso, que excluyan la consideración, aunque en menor grado, de sus términos contrapuestos (que no antónimos):

La Filosofía se dedica a la búsqueda de respuestas de alcance "Metafísico", mediante el estudio de las Ideas, la Realidad, lo Universal, lo Abstracto, lo Subjetivo, el Espíritu, la Voluntad, la Existencia, la Potencia, la Fe, lo Trascendente, los Noúmenos, las Sensaciones, la Eternidad, la Verdad, las Creencias y las Causas.

La Ciencia se dedica a la búsqueda de respuestas de alcance "Físico", mediante el estudio de las Formas, las Apariencias, lo Particular, lo Concreto, lo Objetivo, el Cuerpo, la Representación, la Esencia, los Actos, la Razón, lo Contingente, los Fenómenos, las Percepciones, el Tiempo, las Evidencias, la Certidumbre y los Efectos.

NOTA: Las definiciones anteriores no pretenden establecer "qué es" la cosa, sino su función ("qué hace").

En mi opinión, para llegar a un razonable conocimiento del significado de la filosofía, únicamente es preciso reducirla a "lo simple" y muchos de los conceptos citados en la definición "larga" son conceptos metidos con calzador en el zapato filosófico (a menudo, demasiado estrecho para calzárselo, en especial si se tienen los pies grandes como yo).

También he leído frecuentemente que los niños no filosofan. No estoy de acuerdo. Si la Filosofía es buscar respuestas, no hay mejor filósofo que un niño con sus machacones y continuos "porqués". Lamentablemente, con la pubertad y la juventud, dejamos de hacernos preguntas (porque creemos tener todas las respuestas) y es con la madurez cuando (algunos, no todos) regresan a la filosofía.

Terminemos con las preguntas básicas y su simplificadora correlación con el objeto de esta entrada: ¿Porqué? = Filosofía, ¿Qué, Cómo, Cuándo? = Ciencia.

Y como creo que son dos caras de la misma moneda (el conocimiento humano), defiendo el "equilibrio", el punto medio aristotélico, el respeto y la tolerancia entre los defensores y/o amantes de las cuatro disciplinas.
Si nos preocupan estos temas, sería muy adecuado incorporar esta tolerancia a nuestra ética personal.


"Se debe hacer todo tan sencillo como sea posible, pero no más sencillo" (Albert Einstein).
    
"Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad, no son ciertas; y en cuanto que son ciertas, no tienen nada que ver con la realidad" (Albert Einstein).

"La realidad no es otra cosa que la capacidad que tienen de engañarse nuestros sentidos" (Albert Einstein).

“La ciencia es lo que sabes, la filosofía es lo que no sabes” (Bertrand Russell).

martes, 7 de agosto de 2012

Tolerancia, Valores y Límites

En pocas palabras...
No creo que nadie esté en desacuerdo si afirmo que la tolerancia es un Valor, aplicando a este concepto una consideración objetiva, alejado de la subjetividad humana; como algo que "vale" en sí mismo y que lo hace "valioso" (este concepto está en absoluta oposición con la generalizada creencia de que es el Valor lo que hace a algo "deseable"). La concepción utilizada le confiere también al Valor una consideración "positiva". Algo que, si se incorpora a nuestra ética personal, lo hace de forma desinteresada, porque creemos que nos puede enriquecer como persona, sin tener en consideración factores mercantilistas o utilitaristas. Por lo tanto, resulta obvio que considero conveniente incorporar la tolerancia a nuestra ética personal.

Mi reflexión es que, a pesar del carácter objetivo que le he atribuído, resulta inevitable aplicar una cierta dosis de subjetividad. Esta subjetividad tiene tres componentes: a) su posición jerárquica en nuestra "escala de valores", b) los elementos que van a ser objeto de tolerancia y c) los límites en su aplicación.

Con la primera no hay mucho que discutir. Cada uno la puede situar donde crea conveniente (en cualquier caso, sería deseable no situarla muy abajo). Ya hemos definido que la tolerancia es un Valor.

Debemos también definir, en el ámbito de nuestra ética, el objeto de nuestra tolerancia. La tolerancia viene expresada como una reacción frente a algún elemento externo (acto, situación, circunstancia) del cual tenemos conocimiento. Y, en el caso de ser tolerante, la reacción es, precisamente, aceptarlo sin más. Es decir, no reaccionar.
Por lo tanto, debemos tener muy claros los hechos o situaciones que hemos decidido sean objeto de nuestra tolerancia. Tanto si hablamos de nuestra postura ante los grandes temas morales (derechos humanos, homofobia, religión, xenofobia, etc.) como los relacionados con nuestro "ego" (discrepancias de opinión, desplantes, etc.).
Resulta adecuado también reflexionar sobre la influencia de la moral dominante en nuestra colectividad sobre los objetos de nuestra tolerancia. Porque, a pesar de que hemos definido la tolerancia como un Valor "positivo", qué duda cabe que se puede ser tolerante con hechos o situaciones tan negativos como, por poner un ejemplo, la violencia (de género o general).

A este respecto, en el caso particular de los medios de comunicación, incluyo el siguiente extracto del ensayo "Tolerancia represiva" de Herbert Marcuse: "Si un periodista informa de la tortura y asesinato de defensores de los derechos civiles con el mismo tono carente de emoción que emplea para hablar del mercado de valores o del tiempo, o con el mismo tono que emplea para los anuncios comerciales, entonces tal objetividad es falsa, y aún más, ofende a la humanidad y la verdad al mostrar calma cuando debe sentirse indignación, al abstenerse de hacer acusación cuando la acusación está en los hechos mismos. La tolerancia expresada con tal imparcialidad sirve para minimizar e incluso absolver a la intolerancia y opresión que se dan en la realidad. Si la objetividad tiene algo que ver con la verdad, y si la verdad es algo más que una cuestión de lógica y ciencia, entonces tal clase de objetividad es falsa, y tal tolerancia inhumana".

Pero con el tercer componente subjetivo empiezan los problemas. Las preguntas que me asaltan son las siguientes:
  1. La tolerancia ¿Es un Valor binario? Es decir ¿Se es tolerante o se es intolerante?
  2. Si no es un Valor binario, ¿ésto significa que debe tener límites?
  3. Si debe tener límites, ¿obedecen a unas reglas personales racionales e inamovibles?
  4. O, por el contrario ¿es lícito o justificable que los límites dependan de las emociones como reacción instintiva?
Vamos a reflexionar sobre ellas:

1. Creo que la tolerancia sólo es un valor binario para determinados elementos. Por ejemplo, quien sea tolerante con la libertad religiosa, normalmente, será intolerante con el fundamentalismo. Esto significa que, en casos similares, no hay límites. En cualquier caso, será nuestra la resposabilidad de la aplicación de la dosis de "relativismo" que nos parezca oportuna.

2. Ha quedado parcialmente respondida en la cuestión anterior, la cual se refiere a los elementos de más importancia, los "trascendentales". Todos los elementos que no queden incluidos, pueden (y deben) tener establecidos unos límites de tolerancia (o de intolerancia).

3. Todos nuestros límites de tolerancia deberían haber sido establecidos tras un proceso de análisis racional. En resumen, se trata de establecer los límites de nuesta aceptación. El umbral que, si se supera, provoca nuestra reacción. Esto está muy bien, pero, ¿existen reacciones instintivas?

4. Si, pero, en mi opinión, se limitan a hechos que nos afectan directamente, en el entorno próximo, con el sujeto que los provoca claramente identificable. Nada que ver, por desgraciado ejemplo, con una masacre en Siria. Dado que afectan a nuestra persona, la reacción debería depender de si la acción sufrida representa una "ofensa" o un "daño". La "ofensa" está dirigida al componente mental o psíquico, que calificaremos como nuestro "ego" (ejemplo, un insulto o una discrepancia) y el "daño" debería quedar circunscrito al componente físico (un pisotón o un puñetazo).
Será bueno que adoptemos la sabia máxima de que "No ofende quien quiere sino quien puede". Y la llave de la ofensa está en nosotros. No se debe considerar como ofensa un simple daño a nuestro "ego" (puede ser adecuado consultar esta entrada relacionada). Si aplicamos este principio, la tolerancia no puede ser más racional.
En cambio (a menos que nuestra ética incorpore el principio de "poner la otra mejilla"), ante un daño, o la inmediatez del mismo, están justificadas tanto la tolerancia cero como las reacciones instintivas. Llamo la atención sobre el término "inmediatez". No resultaría adecuado el guardar la respuesta más allá de lo razonable, lo que la convertiría en una reacción racional, no instintiva.

"Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio" (Mahatma Gandhi)

"Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano" (Walt Whitman)

"Tolerancia significa disculpar los defectos de los demás; tacto, no reparar en ellos" (Arthur Schnitzler)

"Tolerancia es esa sensación molesta de que al final el otro pudiera tener razón" (anónimo)