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jueves, 24 de mayo de 2012

Vida o Empresa

No vamos a ocultar que el embrión de este blog es la Calidad y la Excelencia Empresarial. La explicación es sencilla: en este ámbito es donde se han desarrollado con más profundidad ambos conceptos. Sin pretender sentar cátedra ni establecer conclusiones universales, creo que esta afirmación es, fundamentalmente, cierta.

Si a esto, le añadimos que, aproximadamente, un tercio del tiempo de nuestros años de vida laboral lo hemos dedicado a trabajar, podemos concluir que ambos conceptos no nos deberían resultar extraños y que, si lo son (o nos lo parecen) es que “algo” ha fallado en nuestra relación con el trabajo (1).

Ciertamente, el hecho de que mi vida profesional se haya desarrollado, en su mayor parte, como trabajador por cuenta ajena, en Empresas cuya actividad y cultura empresarial no eran ajenas a ambos conceptos (2), introduce un sesgo personal que podría distorsionar mi perspectiva. Pero no lo creo.

Creo firmemente que los principios de Calidad y Excelencia son perfectamente aplicables en su integridad a Empresas de todo tamaño y condición. Aquí incluyo, en relación no exhaustiva, a grandes multinacionales, PYMES, autónomos, comercio minorista, despachos profesionales, médicos, etc. En suma, al trabajo, por cuenta ajena o propia, desarrollado por cualquiera de nosotros.

Por lo tanto, de manera consciente o inconsciente, estos principios no nos deberían ser extraños. No se trata de ser un experto. Estamos hablando de reconocer los conceptos y tener formada opinión (indiferente, buena o mala) de los mismos. Si no es así, si nos suena a chino, decíamos que “algo” ha fallado.

Pero lo único que podemos saber de ese “algo” es que no hemos sido nosotros. No es nuestra culpa. Lo que ha sucedido es que, en nuestro periplo por la vida laboral, no hemos entrado en contacto con estos conceptos por causas diversas. Y éste es el problema: la escasa o nula “visibilidad” de la Calidad y la Excelencia.

Pues bien, nos resulten o no extraños, si aceptamos que son aplicables a Empresas de todo tipo (incluida un empresa personal, p.e. un taxista) y que su adecuada aplicación no reporta más que beneficios, mi postura es que nada impide su extrapolación al ámbito personal, conformando el soporte de una Ética que, en cierto modo, normalice (3) nuestra vida.

Hasta aquí, le hemos aplicado a la Empresa la definición “ortodoxa”:

“Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de  prestación de servicios con fines lucrativos (4) (RAE - 2)

Evidentemente, esta Empresa, a pesar de tomarla como ejemplo, no es en absoluto sinónimo de nuestra vida. Es más, resulta absolutamente letal llevártela a casa. Por lo tanto, esta Empresa no es nuestra vida. Es algo necesario, pero no lo es TODO. Este es el primer pre-requisito para nuestra Ética personal.

Por lo tanto, busquemos una acepción más próxima a nuestro entorno personal:

“Acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo” (RAE - 1)

Esta definición resulta más acorde con nuestra vida. Supongo que nadie negará que la vida entraña dificultad y requiere decisión y esfuerzo. Entonces, utilizando esta acepción, a riesgo de ser tildada de frase fácil, superficial y oportunista, podemos asegurar que “la Vida es una Empresa”. La única, la más importante.

Y a esta Empresa le vamos a aplicar Calidad y Excelencia. Vida o Empresa, ahora son lo mismo. Pero falta el segundo prerrequisito: deberemos trabajar 24 horas al día. Compromiso y auto-exigencia.

“No basta trabajar, es preciso agotarse todos los días en el trabajo” (Auguste Rodin)

NOTAS:
(1) Y, por extensión, con la sociedad.
(2) Sinceramente, más Calidad que Excelencia.
(3) En el sentido literal: “normalidad”, no “alienación” o “rebaño”.
(4) En los tiempos actuales de crisis, en muchos casos “de supervivencia”.

viernes, 18 de mayo de 2012

Qué hacer, Cómo hacer

Ha llegado el momento de ponernos trascendentes y preguntarnos por nuestra función en la vida. Lo que introduce un nuevo término en el blog: ¿qué significa función?

“Función es el efecto de un producto o de uno de sus componentes”(1)

Traduzcamos esta definición (propia del ámbito empresarial) al ámbito personal, sustituyendo “producto” por “resultado de un proceso” y “proceso” por “secuencia de actividades”:

“Función es el efecto causado por nuestras actividades”

Para Aristóteles todos los seres naturales (incluidos los humanos) tienden a cumplir la función que les es propia y están orientados a realizar completamente sus potencialidades. El bien, que es lo mismo que la perfección de un ser o la realización de sus capacidades, es cumplir su función propia, aquello que solo él puede realizar. Y añadimos que, en el ser humano, la excelencia, se consigue cuando coincide lo que se puede (nuestra capacidad) con lo que se quiere (nuestros deseos) y, además, se hace. Esto es la auténtica excelencia (probablemente, inalcanzable).

Se entra aquí en un terreno espinoso en el que entran en juego conceptos tan dispares como nuestras capacidades personales, el conocimiento y aceptación de nuestras limitaciones, las oportunidades que se nos brindan, la responsabilidad social, derechos personales y deberes frente a los demás, etc. En suma, un cóctel que puede llegar a indigestarse. Y el resultado de este cóctel, convenientemente agitado y diluído, es precisamente nuestra función en la vida: “lo que queremos hacer.

Conviene resaltar que esta definición es esencialmente dinámica (“hacer” es sinónimo de acción), en contraposición con la desgastada frase “lo que queremos ser, expresión estática y contemplativa habitualmente asociada con la autorrealización o la autoestima mal (o superficialmente) entendida.

De nosotros depende conseguir la fórmula (las proporciones adecuadas de los ingredientes) para establecer con realismo nuestras necesidades, ajustándolas a nuestras capacidades y oportunidades. En caso contrario, ni satisfacción ni felicidad. Sólo cosecharemos un memorial interminable de agravios e injusticias.

Repitamos: ¿Cual es nuestra función en la vida? “Lo que queremos hacer”.

Y resulta obvio que esta función se expresa mediante los compromisos adquiridos voluntariamente. Su cumplimiento y satisfacción es lo nos permitirá alcanzar (o aumentar) nuestra felicidad y la de nuestro entorno.

Pero además de saber “qué” hacer (lo que queremos hacer), debemos saber “cómo” hacerlo. Y aquí entramos en otro nivel de dificultad, porque las cosas pueden hacerse de muy distintas formas. Podemos decir que el mismo efecto (la misma función) puede ser producido por muchas causas.

Y, parecerá reiterativo, pero de nuevo podemos establecer correlaciones:

Qué hacer ↔ Cumplimiento ↔ Eficacia ↔ Calidad ↔ Satisfacción
Cómo hacer ↔ Cumplimiento ↔ Eficiencia ↔ Excelencia ↔ Felicidad

Esto conforma dos tipos de funciones íntimamente relacionadas:
  • Externas: son las que espera y percibe nuestro entorno. Establecen el “qué”. Esto es lo único que le interesa (el entorno es egoísta). Corresponden a los compromisos externos. Por ejemplo: Llevar a nuestros hijos al cine.
  • Internas: son las que debemos realizar para satisfacer las externas. Establecen el “cómo” (al entorno le importa un pimiento cómo lo hagamos). Corresponden a los compromisos internos. Por ejemplo: Terminando antes nuestras tareas para poder abandonar antes nuestro trabajo y poder llevar a nuestros hijos al cine.
Cerraremos el tema con una guinda filosófica. Nos vamos a olvidar del concepto absoluto aristotélico de la virtud (excelencia) y del bien y del mal. Sólo diremos que podemos definir la ética personal como el conjunto de nuestros compromisos(2) externos (el qué) e internos (el cómo). Este es nuestro bien y reitero que, si nuestros compromisos incluyen la felicidad de nuestro entorno, bienvenido sea nuestro egoísmo. La búsqueda y consecución a toda costa de nuestra felicidad será también la suya.

"No es feliz el que hace lo que quiere, sino el que quiere lo que hace” (anónimo)

NOTAS:
(1) Norma EN 1325-1 Vocabulario de la Gestión del Valor.
(2) Las funciones - los efectos que deseamos causar – que reconocemos como propias.  

domingo, 13 de mayo de 2012

Satisfacción y Felicidad

De entrada, conviene dejar clara la diferencia existente entre ambos términos:
  • La satisfacción es un efecto,
  • La felicidad es un estado.
Las razones de esta diferenciación residen en el hecho de que la satisfacción siempre tiene una causa. Cuando aseguramos que “estamos satisfechos” lo estamos respecto a algo, normalmente, el cumplimiento de alguno(s) de nuestros requisitos o necesidades. En cambio, no "estamos o no estamos" felices, sino que “somos o no somos” felices. Se trata de un estado de ánimo vital, difícilmente asimilable a una causa o situación específica. Por simplificar (y es mucho simplificar), si quisiéramos definir la felicidad como un efecto (formalmente, lo es), la causa sería haberse cumplido todas nuestras expectativas. Esta es la felicidad filosófica (con las implicaciones que representa el empleo del término “todas”). Más adelante volveremos sobre el tema. Sigamos con la satisfacción:

Apoyaremos nuestra reflexión recurriendo a la primera acepción proporcionada por la Real Academia Española. Satisfacción es: “efecto de satisfacer”. Y, “satisfacer” significa:“cumplir ciertos requisitos y exigencias”. Entonces, sustituyendo, tenemos como definición:

“efecto de cumplir ciertos requisitos y exigencias”

Queda confirmado. La satisfacción es un efecto. Y como todo efecto, tiene su(s) causa (s): el cumplimiento de nuestros compromisos. Pero no debemos olvidar que, en función de su alcance, el efecto (la satisfacción) se produce sobre nuestra persona (compromisos internos) y sobre nuestro entorno (compromisos externos) y que si nuestra satisfacción es conseguir la satisfacción de los demás, entonces, el egoísmo es una virtud.

Ahora bien, al igual que la Excelencia está más allá de la Calidad, ¿hay algo más allá de la Satisfacción?

Para Aristóteles, el fin (objeto) último del hombre es alcanzar la felicidad. Aun cuando la felicidad se puede también entender como placer o actividad contemplativa (mística), nosotros nos quedamos con su interpretación material (ética aristotélica o eudomonista) y la entendemos como un bien y como un fin (un objetivo, una meta, un deseo).

En esta interpretación, Aristóteles también establece que la felicidad tiene tres componentes: animal, racional y social, los cuales son absolutamente coherentes con las Necesidades personales de Maslow, recomendando para todos ellos, la búsqueda de la virtud. Es decir, el punto medio, el equilibrio, la moderación entre pasiones opuestas (en lenguaje coloquial: es tan malo no llegar como pasarse).

Vamos a complementar el enfoque aristotélico con el pragmatismo del diccionario:

“Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien (alcanzar una meta, o las metas vitales” (RAE)

Y terminamos con reflexiones de cosecha propia:

Si excelencia es más que calidad y calidad es satisfacción, entonces felicidad puede definirse como más que satisfacción: Satisfacción + Alegría. Mi reflexión es que, sin estar alegre, uno puede estar satisfecho pero difícilmente se puede ser feliz (no apto para masoquistas).

La felicidad se alcanza al conseguir (o creer que se ha conseguido) el bien al que se aspira. Es decir, nuestros compromisos. Nuestra ética. Aunque no se puede ser completamente feliz (la eficiencia infinita es imposible). Esto quizá se consigue (subrayo el quizá) en su acepción mística, pero seamos virtuosos, establezcamos compromisos razonables y conseguiremos una felicidad razonable.

Terminaremos estableciendo las equivalencias entre los términos clave:

Cumplimiento ↔ Eficacia ↔ Calidad ↔ Satisfacción
Cumplimiento ↔ Eficiencia ↔ Excelencia ↔ Felicidad

miércoles, 9 de mayo de 2012

Necesidades personales

Las necesidades de Maslow
Vamos ahora a llevar las Necesidades y las Expectativas, términos analizados conceptualmente en el blog empresarial, al ámbito que nos ocupa. El personal.

Le debemos a Abraham Maslow (1908-1970) esta elegante teoría, publicada en su obra “Una teoría sobre la motivación humana” (1943), la cual se ilustra (sobran las palabras) con lo que se ha dado en llamar “la pirámide de Maslow” o “jerarquía de las necesidades humanas”. Quien desee profundizar, además de la obra mencionada, puede acceder al enlace de la figura. Por lo tanto, vamos simplemente a esbozar sus cinco niveles y relacionarlos con los conceptos citados.
La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan sólo nuestra atención (nos preocupan) cuando se han satisfecho las necesidades inferiores de la pirámide. Las fuerzas (propias o del entorno) positivas dan lugar a un movimiento ascendente en la jerarquía, mientras que las negativas empujan las necesidades hacia abajo. En orden ascendente:
  • Fisiológicas: Son las necesidades básicas y de supervivencia, las cuales, lógicamente, prevalecen sobre todas las demás (respirar, comer, beber, vestir, dormir, descansar, evitar el dolor y tener relaciones sexuales).
  • Seguridad: Como su nombre indica, representan la necesidad de afirmar lo conseguido, estableciendo límites y extendiendo el alcance al entorno próximo (seguridad física, de la salud, del empleo, de los ingresos y recursos, de la familia y de la propiedad privada).
  • Afiliación: Relacionadas con el desarrollo afectivo del individuo (actividades deportivas, culturales y recreativas, amistad, compañerismo, afecto y amor).
  • Reconocimiento: La necesidad de respeto a uno mismo (confianza, competencia, maestría, logros, independencia y libertad) y de los demás (atención, aprecio, reconocimiento, reputación, estatus, dignidad, fama y gloria) cuya merma se refleja en una baja autoestima y en complejo de inferioridad. Representa la necesidad del equilibrio en el ser humano, lo que le permite convertirse en el hombre de éxito que siempre ha soñado, o en un hombre abocado hacia el fracaso, el cual no puede lograr nada por sus propios medios.
  • Autorrealización: Es la necesidad psicológica más elevada del ser humano. Con su satisfacción se encuentra una justificación o un sentido válido a la vida mediante el desarrollo potencial de una actividad. Se llega a ésta cuando todos los niveles anteriores han sido alcanzados y completados, al menos, hasta cierto punto.
En nuestra particular apreciación, consideraríamos requisitos (de obligado cumplimiento) a los dos primeros niveles (fisiológicas y de seguridad), necesidades a los dos siguientes (afiliación y reconocimiento) y expectativas a la cúspide de la jerarquía, la autorrealización

Una vez llevadas las necesidades y expectativas al ámbito personal, estamos en condiciones de reflexionar sobre la satisfacción y su complemento humano: la felicidad. Seguiremos...

viernes, 4 de mayo de 2012

Compromisos y Entorno

Si la ética personal la conforman nuestros compromisos y asumiendo que, para poder presumir de un comportamiento ético, debemos cumplirlos, resulta obligado reflexionar sobre los mismos y profundizar en el significado del término.

A pesar de que, tras una lectura rápida y no meditada, podría ser considerado una obviedad y una redundancia, “el primer compromiso debería ser cumplir nuestros compromisos” (patento la frase). A esto añadiremos que este compromiso es el más importante y lo contraemos con nosotros mismos (no es preciso hacer publicidad a nuestro entorno), por lo que se trata de un compromiso interno.

Por lo tanto, los compromisos pueden definirse también como “lo que debemos cumplir”, es decir (en terminología empresarial): los requisitos.

El análisis detallado del término se encuentra en las entradas del blog empresarial “Necesidades y Expectativas” y “Cumplir o No Cumplir” (si no los ha leído, o no están frescos en su memoria, le recomendamos tenerlos a mano). A partir de su definición general, sólo nos queda extrapolar su aplicación al ámbito de la Ética personal mediante unos ejemplos.

En el ejemplo empresarial nos referíamos a los “compromisos” adquiridos con un cliente (receptor de un producto o servicio) que deseaba adquirir un cuchillo (el producto). En nuestro caso, entenderemos como clientes a “las personas físicas u organizaciones que puedan verse afectadas (directa o indirectamente) por las acciones resultantes del cumplimiento de nuestros compromisos” (me ha quedado algo largo, pero no lo he conseguido resumir).

Al objeto de nuestros compromisos externos le llamamos entorno y lo vamos a dividir en dos tipos:
  • Entorno próximo: miembros de la familia y amistades con contacto directo, íntimo y frecuente con nuestra persona, de tal modo que podamos percibir el efecto de nuestros actos. Sus miembros lo son per se. No depende de nosotros. Por ejemplo: esposa, hijos, tíos, amigos íntimos.
  • Entorno lejano: personas (familia o no) y organizaciones de cualquier índole, cuya distancia (física o sentimental) o carácter (dimensión, objetivos, etc.) no permite percibir el efecto de nuestros actos. Por ejemplo: un cuñado en Argentina, la ONU o la Fundación “Intervida”. La composición del entorno lejano es consecuencia directa de nuestros compromisos externos. Si una persona u organización no es objeto de ningún compromiso, no forma parte de nuestro entorno (por ejemplo, en mi caso, la Federación Española de Actividades Subacuáticas).
Obviamente, los compromisos internos los adquirimos con nosotros mismos (no somos entorno, siempre estamos en la lista).

Veamos ahora unos ejemplos de compromisos con el entorno próximo (relación no exhaustiva): Con nuestro hijo:
  • requisitos (establecidos): darle la paga convenida, permitirle una hora de videojuegos, etc.
  • necesidades (inherentes): vestir de forma adecuada, comer variado y suficiente, relacionarse con sus amistades en la forma y tiempo adecuadas a la edad, etc.
  • expectativas (de estima): más atención por parte del padre, menos actividades extraescolares, montar a caballo, etc.
Conviene resaltar que el entorno próximo es impuesto (no voluntario), por lo que resulta de extrema importancia ser sensible a la satisfacción de todos sus miembros. Además, en particular, llamamos la atención sobre la dificultad que plantea la identificación de las expectativas. Los requisitos, por su condición de explícitos o establecidos, han sido negociados, convenidos y, en último término, comprometidos con nuestro hijo y las necesidades responden a los hábitos sociales o culturales al uso. Pero las expectativas no las va pregonando a los cuatro vientos. Son personales y, normalmente, íntimas (p.e. nuestro hijo puede desear menor atención). Es nuestra responsabilidad identificarlas con objeto de, en la medida de lo posible, atenderlas y aumentar la satisfacción del cliente (en esta caso, nuestro hijo) y, como efecto colateral, la nuestra.

Finalizaremos con los compromisos con el entorno lejano, los cuales, siempre son voluntarios (nadie nos obliga a colaborar con una ONG). Siguiendo con este ejemplo, suponemos que el cumplimiento de un requisito (de la ONG) tal como pagar el recibo mensual, satisface sus necesidades y expectativas (las estatutarias). Nunca sabremos si las cumple realmente ni, tan siquiera, si gestionan adecuadamente nuestra aportación. Pero no nos importa porque, en una extraña combinación de egoísmo altruismo, satisface las nuestras, gracias al cumplimiento de un compromiso interno (p.e. contribuir a disminuir la pobreza en el mundo).

miércoles, 2 de mayo de 2012

Ética personal

Respondamos a las preguntas que nos plantea el título de esta entrada: ¿qué es la ética?, ¿porqué el adjetivo?, ¿existe la ética colectiva?

El término ética proviene de la palabra griega ethos, que originariamente significaba "morada", "lugar donde se vive" y que, en la cultura latina, terminó por señalar el "carácter" o el "modo de ser" peculiar y adquirido de alguien; la costumbre (mos-moris: la moral). Fue Sócrates quien acuñó el término, referido a la ciencia que estudia el comportamiento humano.

Nada más alejado de nuestra intención que pontificar o sentar cátedra. En lugar de adentrarnos en el pantanoso terreno de la especulación, utilizaremos las dos asépticas definiciones del Diccionario de la Real Academia, la cuales suscribimos y comentamos:

“Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”

“Conjunto de normas morales que rigen la conducta humana”

De estas definiciones se desprende que, aunque estén íntimamente relacionados, y a menudo se confundan, los términos ética y moral no son sinónimos.

La moral es aquel conjunto de valores, principios, normas de conducta, prohibiciones, etc. de un colectivo que forma un sistema coherente dentro de una determinada época histórica y que sirve como modelo ideal de buena conducta socialmente aceptada y establecida. Añadiremos también que la moral es tremendamente dinámica y cambiante.

En cambio, la ética “se ocupa” (y se preocupa) de la moral, siendo personal e intransferible. Sea o no producto de una reflexión consciente, la ética personal representa siempre una elección, la cual puede estar (o no estar) alineada con la moral vigente. Por extensión, suele aplicarse el término a colectivos homogéneos empleando nombres genéricos (ética profesional, ética empresarial, ética política, ética médica, ética jurídica, etc.), los cuales expresan, en una perversión del término, el conjunto de normas (escritas o no) adecuadas a la moral que deben ser asumidas por los miembros del colectivo.

Por lo tanto, la ética colectiva no existe. Además, la ética personal no es buena ni mala. Es la que es. La que nos hemos dado. Al igual que la Excelencia, es un atributo binario: nuestro comportamiento “es o no es” ético. Corresponde al colectivo al que pertenecemos (sociedad, colegio de médicos, comunidad de propietarios, etc.) juzgar, a través de nuestros actos, si nuestra persona se comporta o no de forma ética (en el sentido de ajustarnos al modelo ideal de buena conducta).

Concluimos concretando que la ética personal la conforman nuestros compromisos. Los que hemos adquirido voluntariamente con nosotros mismos (compromisos internos) y con los demás (compromisos externos) y que su grado de cumplimiento determina nuestra Calidad personal y la forma en que los cumplimos, nuestra Excelencia.

Permítaseme, para asentar conceptos, una guinda de realismo: Si estamos engañando deliberadamente a "los demás", estaremos satisfechos internamente y la Calidad personal (desde el punto de vista del "sujeto") será máxima, aunque la opinión de "los demás" (si se aperciben) será muy negativa (pero al "sujeto" le puede importar un pimiento). Esta situación ejemplifica la diferencia entre ética y moral.

Con esta entrada finaliza el análisis del título del blog. A partir de aquí, entraremos en materia…