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martes, 2 de abril de 2013

MindBook - 09: Señales

Capítulos anteriores: 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08



Se decidió por un slow-rewind hasta el principio de la conversación para escucharla de nuevo completa. Y se conjuró a abandonarse al recuerdo, sin pauses ni distracciones. Dejaría las reflexiones para el final. La imagen se descongeló:



–No comprendo cómo no lo ves –oyó de nuevo decir al abuelo.
–Me parece un planteamiento absolutamente catastrofista –replicó su padre.
–Lo que sucede es que no prestas atención a las señales.
–¿Señales? ¿Qué señales? –antes le pareció que gritaba más.
–Te las voy a revelar, porque parece que no sois de este mundo.
–No sabes cuanto te lo vamos a agradecer –la ironía sonaba igual.

Inquieto8! atendió atentamente. Entraba en terreno inexplorado.

–Te las voy a revelar de una en una –dijo el abuelo, mirando a su padre fijamente a los ojos–. Para que las puedas digerir y replicar.
–Cuando quieras –replicó retador.
–Supongo que comprenderás que lo que creo más importante es el efecto sinérgico producido por la combinación de todas ellas –puntualizó–, y que se trata de una teoría que yo ya no podré verificar.

El abuelo era consciente de que su tiempo se acababa. En aquel momento contaba con 75 años de edad y estaba –y se sentía– bastante «averiado», intelectual y físicamente –afortunadamente, su salud mental era perfecta–.

–Por descontado. Ni tú ni nadie lo hará –replicó secamente, mostrándose visiblemente irritado.
–Mira detrás tuyo ¿Qué ves? –también le interrogó con la mirada.
–Una tele –contestó su padre sin molestarse en darse la vuelta.

Con toda probabilidad, su padre ya conocía, por repetido, el guión.

–No es una t-e-l-e. Es una smartTV, carajo! Hace años que ya no hay t-e-l-e-s. Ya no hay nada que sirva solo para una cosa. Esta, como todas, tiene una cámara y está conectada a «la nube» –evidentemente, se refería a la arcaica internet de la época–. ¿No te sugiere nada perverso?
–Pues, la verdad, no –la cara de su padre era todo un poema.
–¿Cómo estás seguro de que ahora mismo no nos vigilan? Venga, ¿cómo? –el abuelo sonrió triunfante, a la par que le hacía una peineta a la pantalla.
–No puedo asegurarlo, pero estoy convencido de que no nos vigilan.
–Caramba, con la Iglesia hemos topado. Entonces, ¿es una cuestión de fe? Porque si es así, no cuentes conmigo.

Empezaban a aflorar todos los «ismos» del abuelo, en especial su escepticismo y racionalismo.

–Si tanto te preocupa, desenchufa la t-e-l-e por la noche –a su padre la coña le salió de lo más hondo.
–Ya lo hago, y además ahorro. Te lo recomiendo –sentenció el padre de su padre.
–Creo que estás obsesionado.
–¿Obsesionado? ¿Qué me dices de tu smartphone? Este no tiene una cámara, ¡tiene dos! ¿A que lo tienes siempre o-n-l-i-n-e? Así pueden verte la cara que pones cada vez que haces una foto. La foto ya la tienen, porque con toda seguridad la debes guardar en «la nube» ¿me equivoco? –ahora se había embalado.
–... –su padre apenas pudo abrir la boca; no le dejó replicar.
–¿Sabes que en «la nube» está tanto lo que quieres como lo que no quieres? ¿Sabes que lo de smart está muy justificado? Pero no para nosotros, sino para «ellos». De todas nuestras interacciones con estas maravillas tecnológicas graban lo que «les» interesa. Y hacen el uso que «ellos» quieren. Y lo más preocupante es que «nosotros» no sabemos quienes son «ellos» pero, en cambio, «ellos» si que saben quienes y, sobre todo, «cómo» somos «nosotros». ¿Qué me dices a ésto? –el abuelo casi gritaba.
–Calma, calma –terció su madre–, siempre os ponéis igual.
–Abuelo, quizá tienes razón. Pero esto es lo que hay. No se puede ir contra el progreso –se sorprendió al escucharse a sí mismo hablar en tono de preocupación, mientras se revolvía en su silla.
–Alberto, pareces... inquieto –pausó ligeramente–. No te preocupes, cosas de viejos. Ciertamente, no se puede ir contra el progreso, pero el pensamiento es libre. Este es mi derecho y lo único que no «os» podrán quitar –el abuelo enfatizó el pronombre–. Espero... –concluyó dramáticamente.

Inquieto8! recibió un fuerte impacto emocional al oir su nombre clásico y la vacilación con su mindyname. Bien es verdad que en la actualidad el nombre se seguía manteniendo a efectos administrativos y figuraba, con los dos apellidos, en el perfil público de MindBook, pero en las relaciones físicas directas, su utilización se consideraba una invasión de la intimidad y podía ser objeto de denuncia. De hecho, hacía años que no lo escuchaba. Ni de labios de su padre. En cuanto a su mindyname, pensó: ¡no parezco inquieto... soy Inquieto! Con todo, le pareció una curiosa coincidencia.

–Papá, con todo el respeto que me mereces, sigo creyendo que tu teoría de la conspiración es una exageración. Aunque no te voy a negar que en ocasiones tengo dudas –comentó su padre intentando rebajar la tensión.
–Bueno, algo es algo –dijo el abuelo sonriendo–. Tomemos una copita, pero os advierto que mi lista de señales no ha hecho más que empezar. La tarde es larga –afortunadamente, al dirigirse al mueble-bar para aprovisionarse, les dió la espalda y no advirtió los rostros de desesperación de la concurrencia.

Inquieto8! se tranquilizó. Parecía que las aguas volvían a su cauce. Aprovechó la pausa de la copita para observar a sus padres y a su abuelo. Como veía a través de sus propios ojos, no podía observarse a si mismo. También le costaba recordar sus propios pensamientos. Cuestión de los años transcurridos, pensó. Tendría que deducir sus sentimientos de sus movimientos y del propio diálogo, el cual, afortunadamente, le llegaba con una fidelidad exquisita, diálogo que en este preciso instante se reanudaba. Deseó que a partir de ahora su participación fuese un poco más activa. Pero tomó la palabra, de nuevo, su abuelo. Esta vez, con una copa de single malt –Macallan, para más señas– en la mano. Vaya, vaya con el abuelo...

Continuará...

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