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sábado, 21 de febrero de 2015

Indiferencia

(Estar sin Estar II)

indiferencia.
(Del lat. indifferentĭa).
1. f. Estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.
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indiferencia.
impasibilidad, insensibilidad, neutralidad, desinterés, apatía, indolencia, desgana, tibieza, desprecio, displicencia, despego, desafecto, desamor, desdén, despegue, frialdad, fastidio.
Diccionario de sinónimos y antónimos © 2005 Espasa-Calpe

Una alegoría de la indiferencia: todo entra, nada sale.
No se me ha ocurrido mejor manera de empezar que dejando claro, incluso para mí, de qué va la cosa. ¿Porqué? Porque resulta que mi último artículo me dejó bastante insatisfecho. No tanto por su planteamiento —que también— como por el aroma de prepotencia y absolutismo que pudiera desprenderse de algunos de los resaltados (por ejemplo, la imagen “Aquí estoy” y la maximalista declaración final “estar siempre”. Nada más alejado de la realidad. Y tras repetidas lecturas, llegué a la conclusión de que lo más importante se había quedado en el tintero, perdido entre los intrincados circuitos neuronales, incapaces —en mi caso, con más frecuencia de la deseada—  de presentar con claridad el resultado concreto de un proceso mental. Y resulta que este resultado se resumía en una sola palabra: indiferencia, palabra que, estando todo el tiempo flotando en mi mente, no apareció ni una sola vez en el texto.

Por lo tanto, vamos a intentar subsanar este importante fallo, sin abjurar en ningún caso de nada de lo escrito en “Estar sin Estar”, que puede considerarse como un aperitivo un tanto presuntuoso al meollo de la cuestión, que no es otro que la indiferencia, tratada desde los dos puntos de vista, el del proveedor y el del cliente. Es decir, la indiferencia entregada y la indiferencia recibida.  

Y establecido (o identificado) el objeto del artículo, la primera acción ha consistido en asegurar con un grado suficientemente razonable que la palabra resume, condensa o, como mínimo, está relacionada con el Estar o, más propiamente, con el No Estar. Por ello, hemos empezado con la formalidad lingüística, certificando esta relación tanto en su acepción única como en la práctica totalidad de los sinónimos.

Nos referimos pues a un «estado de ánimo» binario (de hecho, una puerta NOR) en el que no se experimenta «inclinación»(1) o «repugnancia»(2) alguna hacia una «persona, objeto o negocio» determinado. Esto significa que si sentimos «algo», por minúsculo que sea, de «inclinación» o «repugnancia» por algo o alguien ya no se puede hablar de indiferencia.

Una vez aclarado lo que estamos hablando, es absolutamente imprescindible establecer el nexo con el Estar sin Estar, que no es otro que el hacerlo (o dejarlo de hacer) bajo demanda. Es decir, cuando te han pedido Estar o, lo que es lo mismo, cuando te han pedido explícitamente No Ser Indiferente (por ejemplo, opinar). En estos casos, cuando alguien espera de ti lo contrario, No Estar o, lo que es lo mismo, mostrar indiferencia, es, para mi ética, tanto en el papel de proveedor como en el de cliente, absolutamente inaceptable.

Si soy el proveedor (es decir, si me han pedido Estar), mi respuesta nunca es la indiferencia, y si soy el cliente (es decir, si lo he pedido yo) la indiferencia es la última de las respuestas esperadas. No diré que sea una ofensa (dejémoslo en una descortesía, falta de respeto o de educación), pero se le parece mucho.

Resumiendo, para Estar sin Estar, con no mostrar indiferencia es suficiente. Así de simple. Así de económico. Por esto es por lo que aplicar la indiferencia como respuesta a un requerimiento explícito representa un «ni fu ni fa» clamoroso, un mensaje de negación de la esencia y existencia del solicitante, que, al no ser ni estar, obviamente no merece respuesta alguna.

Siempre ha presidido mi trayectoria vital el convencimiento que todos somos a la vez proveedores y clientes, por lo que mantengo que la indiferencia es uno de los peores enemigos tanto de la cadena de suministro presente en todas nuestras actividades (de hecho, la rompe) como de la comunicación entre personas, máxime cuando esta comunicación no es tácitamente esperada, sino explícitamente solicitada.

Destilado final: «La mejor forma (quizá la única) de Estar sin Estar es no mostrar indiferencia».

Notas:
  1. inclinación (RAE): 3. f. Afecto, amor, propensión a algo.
  2. repugnancia (RAE):  2. f. Tedio, aversión a alguien o algo; 4. f. Aversión que se siente o resistencia que se opone a consentir o hacer algo.

viernes, 13 de febrero de 2015

Estar sin Estar

De nuevo frente al reto de escribir un artículo. Algo ha sucedido. De pronto, uno se encuentra tan tranquilo en su devenir rutinario, intentando llenar con actos tangibles, físicos, trazables y con huella (por pequeña que sea) el día-a-día, cuando aparece el irrefrenable impulso de que una de esas acciones sea plasmar por escrito ese algo o, mejor dicho, su causa raíz. Puede ser también que, por el motivo que sea, decaiga la carga estándar de trabajo y uno se vuelva más sensible a las circunstancias desencadenantes, las cuales, nunca faltan. En cualquier caso, de nuevo, aquí estamos.

Empecemos por las cuestiones que ahora mismo nos preocupan y que vamos a intentar resolver:
  1. ¿Se puede estar sin estar?
  2. ¿Se puede ser sin estar?
La verdad es que vistas así, llevadas a negro sobre blanco, hasta a mí me parecen una soberana estupidez, pero vamos a correr el riesgo de extender la estupidez a todo el artículo. Espero fallar en el intento.

De una u otra forma
Quien haya seguido con cierta asiduidad mis escritos conocerá mi convicción, expresada recurrentemente, de que la esencia (el Ser) sólo se demuestra (o se evidencia) por los efectos de nuestros actos (1). Quien no hace nada, o, mejor expresado, quien no proyecta en su entorno ningún efecto de sus actos (aunque haga algo, por ejemplo, pensar), para ese entorno, sencillamente, no está. Y si no está, en ese momento, no existe. Y si no está nunca, no existe nunca. Esto implica que no existe esencia sin existencia. O lo que es lo mismo: NO se puede ser sin estar, con lo que, de momento, damos respuesta lógica a la segunda pregunta.

Respecto a la primera pregunta, que parece en si misma un sinsentido, responderé de entrada que , rotundamente . Veamos porqué. Y para ello, recurriremos a un ejemplo práctico y frecuente:

Supongamos que te convocan a algo, sea una reunión física, una respuesta escrita o cualquier tipo de evento en el que se espere implícitamente o se requiera explícitamente, una acción por tu parte. Tal y como hemos justificado anteriormente, sin acción no hay efecto. Y si no hay efecto, sencillamente, para el convocante, no existes. Puedes pensar todo lo que quieras, pero si sólo piensas, no estás. Y si no estás, no existes. Evidentemente, esto se ve considerablemente agravado si el evento consiste en un encuentro físico, porque al no ocupar un lugar en el espacio, tu bulto, tu humanidad, no es perceptible. No estás.

Pero puedes estar sin estar. Sólo es necesario que quieras. Y aquí, sí que querer es poder: con avisar de tu incomparecencia, resuelto. Y si no se trataba de un encuentro físico, es lo mismo. Con un simple acuse de recibo, resuelto.

Esta es la forma de Estar sin Estar. Y como, de esta forma, estás, das muestra de tu existencia. Y esto nos lleva a corregir la respuesta a la segunda pregunta: SÍ se puede ser sin estar. Porque sin estar, estás.

Extrapolando estas reflexiones a la política (que no es otra cosa que la ética colectiva), es muy parecido al voto en blanco. Si te abstienes, no estás, luego no existes. Si votas en blanco, estás sin estar, luego existes. Y aún mejor, si votas a un partido como Escaños en Blanco, que promete dejar los escaños vacíos, la evidencia ya es abrumadora: Sin estar sentado, estás.

Para terminar: mi ética me lleva, de una u otra forma, a estar siempre. Si no puedo asistir, aviso. Y, si el compromiso es por escrito, doy siempre acuse de recibo. Porque me gusta existir. Porque así me siento vivo. Porque me gusta que los demás se aperciban de ello. Porque cumpliendo con este compromiso personal, la eficacia, o, lo que es lo mismo, la calidad, aumenta. Y porque, como el coste es muy bajo, contribuye a aumentar notablemente la eficiencia, es decir, la excelencia.

Notas:

1 - http://www.microfilosofia.com/2012/12/actuo-luego-existo.html