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domingo, 24 de diciembre de 2017

Todo(s)

¿Puede un elemento opinar sobre el Todo? ¿Puede un elemento independizarse del Todo y absolverse de toda responsabilidad en su crítica? ¿Tiene siempre el elemento su parte alícuota de todo en el Todo? ¿Existen responsabilidades específicas no proporcionales? ¿Responsabilidad es sinónimo de culpa? ¿Criticar el Todo es auto-crítica?

Los dos Todos
Estas son algunas de las cuestiones que me vienen asaltando desde hace tres días, fecha infausta en la que se confirmaron mis peores expectativas, acabando de forma abrupta con la remota y cándida esperanza de que la realidad¹ insuflase algo de racionalidad a los protagonistas de un proceso abducido por los sentimientos encontrados de un Todo que, en mi humilde opinión, ya son dos.

Y éste es el problema. Que deseo opinar, que deseo criticar, que me reconozco sin lugar a dudas como un elemento, pero que no soy capaz de identificar cuál es mi Todo, lo que me impide dar respuesta a estas cuestiones por la imposibilidad de fijar el blanco. Porque eso es lo que quiero hacer: disparar, pero… ¿a qué o a quién?

Empecemos por el asunto fundamental: ¿Un Todo? ¿Dos? ¿Tres? despojando al inclusivo vocablo de su pedigrí metafísico y asignándole, a los efectos de este artículo, el significado de colectivo o conjunto de elementos (en este caso, personas) habitualmente entendido como “la sociedad”. Y afirmaba que el Todo ya eran dos. Y resulta que esto no sólo lo digo yo, sino que es la opinión generalizada, opinión por otra parte de lo más objetiva si nos atenemos a la más elemental aritmética, vistos los resultados acumulados de las opiniones de cada uno de los elementos del Todo llamado a opinar por enésima vez en la infausta jornada anteriormente citada.

Pues bien, partimos de dos Todos. Pero, ¿qué sucede si alguien (en este caso, yo) no se considera miembro de uno ni del otro? ¿Significa esto que tenemos un tercer Todo? ¿Puede un solo elemento definirse como un Todo de algo? ¿No resulta extremadamente presuntuoso?

Debo reconocer que llegado a este punto ya no sé muy bien cómo continuar. Ni tan siquiera si vale la pena, aunque quizá sea oportuno recalcar que los dos Todos son permanentemente identificables por su obsesiva presencia en la realidad cotidiana, en los medios, en la familia, en los amigos, en las fachadas, en los balcones, en las aceras, en los pasos de peatones, en las farolas, en los estadios, en el deporte y, por acabar, en los lugares más insospechados, dándole significación relevante incluso a un simple color elemental, el amarillo, el cual, paradójicamente, comparten las enseñas identitarias de ambos. Lo que ya no resulta tan fácil de detectar es la hipotética existencia de un tercer Todo significativo, reducido aquí y ahora a su mínima expresión: mi persona, espacio donde, la verdad sea dicha, me encuentro de lo más a gusto.

Conviene también destacar que mi aversión atávica por los tribalismos², heredada de mi progenitor, me lleva a:
  • a) no sentir el menor interés por la búsqueda de “socios”, que indudablemente los habrá;
  • b) revalidar mi escepticismo político, heredado del gran Bertrand Russell y
  • c) reafirmar la existencia de un bucle tóxico perpetuado por la extracción (en la mayoría de ocasiones por sorpresa) de representantes de todos los Todos, en una permanente confirmación del dicho, expresado en genuina lengua autóctona, d'on no n'hi ha no en pot rajar³.
Es imposible pensar de forma distinta si nos atenemos a la contumaz insistencia de uno de los Todos en otorgar su representación a los mismos elementos que han fracasado estrepitosamente en llevar a cabo factualmente sus promesas, dejándolas en “simbólicas” (sic), simbolismo que, a pesar de ello, ha provocado consecuencias muy negativas y, éstas sí, muy factuales, para todos los Todos. Extraño caso de toma de decisiones basada en hechos, el ABC de la gestión eficaz y de la racionalidad. Extraño, pero, visto lo visto, no para todos: razón contra sentimientos⁴, la batalla eterna.

Y con esto finalizo mi intento de dar respuesta a la sarta de cuestiones iniciales. He opinado sobre el Todo, no me he absuelto, me aplico la parte alícuota de responsabilidad (incluso culpa) en el desaguisado y, por descontado, esto es también una auto-crítica. Muy poca Calidad, nula Excelencia de todos los Todos y, especialmente, de sus representantes.

Pero todo esto no impide que permanezca en mi personal, intransferible y minimalista cápsula, mi “tercer Todo”, donde juego el cómodo papel de representarme a mí mismo. Para bien o para mal.

NOTAS:
  1. No tomar en sentido conceptual o abstracto. Entiéndase como los hechos o sucesos concretos, probados, indubitables, fehacientes y pertinentes al proceso que nos ocupa.
  2. Aunque lo parece no es una incongruencia.
  3. "De donde no hay, no se puede sacar".
  4. Conviene puntualizar que si el componente sentimental (no racional) predomina en uno de los Todos, no está en absoluto ausente en el otro. Respecto al componente racional, sospecho maliciosamente que es usado de modo espurio por parte de los representantes de ambos Todos, con objeto de satisfacer sus inconfesables intereses partidistas o, más prosaicamente, de conservar sus prebendas y sillones.

domingo, 17 de diciembre de 2017

La Espera

Desde el andén

Estaba esperando. No podía ser de otra forma. Este era su estado natural. A medida que su edad avanzaba se iba afirmando su convicción de que la vida era una espera constante. No tenía clara la diferencia entre esperanza y expectativa, pero de lo que estaba seguro era que tras la espera siempre acechaba el deseo. Por lo tanto, llegó a la conclusión de que siempre había deseado algo. Y mientras esperaba, también le sorprendía el pensar en tiempo pasado. Le parecía una notable contradicción la coexistencia de estos recuerdos con el deseo, que no es otra cosa que una esperanza de futuro. Y entre ambos tiempos, la espera actual, fuese lo larga que fuese, representaba el fugaz presente. Plenamente consciente de ello, intentó amenizarla con una visita al archivo. Se vio esperando el tren de juguete pedido a los Reyes Magos, la bronca de su padre por llegar tarde, el nacimiento de sus hijos y la interminable sucesión de deseos no cumplidos que le habían llevado a su estado actual, que no era otro que la espera definitiva, la inevitable. Desde el andén, sintió su llegada. Porque siempre avisa. Y dio las gracias. Porque por una vez tuvo la seguridad de ver cumplido su deseo.

Sí, esperando,
sí, siempre esperando,
pues en su vida
él siempre ha esperado,
si toda esperanza
es expectativa,
siempre esperando
y deseando,
tiempo pasado,
tiempo futuro,
la espera actual
no es diferente,
entre ambos tiempos,
fugaz presente.

Y esperando,
él va recordando,
su larga vida,
sus deseos frustrados,
el tiempo pasado,
su actual estado,
su última espera,
su último llanto,
desde este andén,
bajo el asfalto,
ya está llegando,
que gran descanso,
se va a cumplir
lo deseado.

Cajas con agujerito


Pedir lo imposible
solo es comprensible
cuando sabes que lo es.

Pues si no lo sabes
puede ser posible,
imposible ya no es.

Y si no es posible
pero tu lo haces creer…

Tu fin es perverso,
le pasas el muerto
a quien no lo puede hacer.

Como no lo puede hacer,
lo que tu sabes muy bien,
cargas contra él,
la gente también,
cerebros lavados en seco.

Solo hace falta un papel,
cajas con agujerito,
la pregunta express,
promesas y miel,
agravios, falacias y mitos.

Y si la pregunta es
¿puedo matar mi vecino?
mira TV3,
le huelen los pies,
si gano, las urnas lo han dicho.

Las urnas lo han dicho,
mato a mi vecino,
democracia es lo que es…

y si no le gusta
agua, ajo y vino,
democracia es lo que es.

Y si al intentarlo
va y te encarcela un juez,

no existe delito,
hubo un plebiscito ,
democracia es lo que es...

la coartada del sin ley...

Que importa el vecino…
democracia es lo que es…

Las urnas lo han dicho…
la coartada del sin ley…

Las urnas lo han dicho.