Nueva capa de intimidad virtual: Al parecer, los últimos estudios revelaban que la tendencia estadística situaba a las formas por encima del fondo. Esto representaba la evidencia científica de las preferencias reales de la población, teóricamente mantenida por numerosos estudiosos clásicos –se daba en considerar clásico todo lo anterior a la implantación de MindBook– y certeramente expresada por el aforismo convertido en lema: "lo que parece, es". A la gente, lo que le gustaba era figurar. Ya no se trataba de una teoría. Quedaba pues confirmado. Consecuentemente, cualquier usuario podría marcar una casilla de «invisibilidad» virtual, lo que le daría la falsa impresión de ser transparente al sistema, con el mismo resultado –para él, claro– que si fuera real. A Inquieto8! le empezaba a dar mal de cabeza.
Nueva opción de «No me gusta» –dislike–: Este cambio se consideraba de importancia capital y marcaría un verdadero hito evolutivo. Por primera vez se le permitía a los sujetos activos pronunciarse de forma negativa sobre las publicaciones y programas de entretenimiento. Se trataba de una reivindicación clásica que se remontaba al ancestro FaceBook. Más de medio siglo de lucha. Según MindBook, representaba un indudable refuerzo de las libertades del sistema, aunque no se explicitaba su papel en las valoraciones mensuales. Una indefinición que podía ser peligrosa y que no le gustaba nada a nuestro protagonista. ¿Qué postura era la más inteligente? ¿Sería políticamente correcto excederse en los dislike? ¿Existiría alguna correlación entre likes, blancos y dislikes? ¿Debía primar la sinceridad o la prudencia? Llegó a la conclusión de que se trataba de otra vuelta de tuerca al cepo. Lo que hacía un año hubiese aceptado sin chistar se convertía ahora en simiente de duda. Desde luego, esta pretendida «mejora» no mejoraba para nada su creciente mal de cabeza. ¿Se estaría volviendo alérgico al sistema?
Nuevo requisito de presencia diara activa o pasiva: Quedaba justificado porque ya se había conseguido la práctica cobertura universal del sistema. En este momento, Inquieto8! recordó que, en una ocasión, su padre le informó de la existencia de pequeños reductos clásicos a los que difícilmente podría llegar el progreso; en su estado actual, se sintió incapaz de valorar si esto era bueno o malo para los afectados. En la información se hacía constar que no se trataba de determinar un cupo para confinar a la población ante sus pantallas domiciliarias. Precisamente, la cobertura universal garantizaba estar situado permanentemente dentro del alcance de cualquier pantalla pública o detector de presencia. Por lo tanto, la presencia pasiva y la libertad de desplazamiento quedaba totalmente garantizada y la medida se vendía como un ejemplo de equidad que ponía a todos los miembros de la tribu universal al mismo nivel. Evidentemente, la cuantificación del requisito sería personal y tendría en cuenta todos los parámetros necesarios para no resultar especialmente agobiante. Por otra parte, con la determinación del tiempo de presencia activa ante la pantalla en cómputo diario, se ganaba en flexibilidad –actualmente los períodos estaban segmentados– y se garantizaban los mínimos necesarios de formación para todo «quisque», medida que redundaría en beneficio de todos. Inquieto8! sonrió. En ocasiones, MindBook se tomaba ciertas licencias lingüísticas personalizadas con objeto aumentar la empatía aproximándose al nivel cultural del target. Precisamente por eso, le molestó sobremanera el empleo del término «quisque». Tuvo la impresión de que le estaban ninguneando. Pero su enfado no impidió que interpretara todo el discurso como adoctrinamiento puro y duro.
Sentía que la cabeza le iba a estallar. Aparentemente, su reacción alérgica iba en aumento. Se levantó, entró en el reducto libre y cogió una tableta de «aspirina». En su lamentable estado, nada más lejos de su intención que coger la otra tableta. Apartando la vista de la gigantesca pantalla mural del salón, se dirigió sigilosamente de nuevo a la cocina y deglutió el medicamento. Le vino inmediatamente al pensamiento –vaya día– que no se trataba del ácido acetilsalicílico empleado en la antigüedad –a saber qué coño era realmente–, pero el nombre clásico se había incorporado al vocabulario popular. Vaya, ahora hasta pensaba tacos. Definitivamente, se estaba haciendo mayor.
Decidió que todavía disponía de tiempo y regresó a la envolvente tranquilidad de su sillón. Cerró de nuevo los ojos en un estéril intento de esperar tranquilamente el efecto de la medicina. Pero su cerebro estaba revolucionado. Ahora empezaba a rebobinar y parecía bastante claro que pretendía llevarle a su infancia. Menudo domingo. A todo esto, aparentemente ajeno a sus reflexiones, el cursor titilaba pacientemente.
Continuará...
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