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miércoles, 13 de marzo de 2013

La red (a)social

Comencemos con justificaciones. No se trata de desmontar paradigmas. No tengo suficiente conocimiento de «las» redes sociales como para permitirme la alegría de pontificar sobre ellas ni de emitir un juicio de valor colectivo. Me limitaré a escribir sobre una (Facebook) y quiero dejar muy claro que no se va a tratar de una generalización, sino de una presentación de hechos concretos, con su correspondiente valoración, limitados al exclusivo ámbito personal, dejando a los lectores su posible extrapolación al ámbito general. Empecemos.

Esta es la cuestión ¿social o personal?...
La tesis que pretendo defender queda apuntada en el propio título. No pongo en duda su condición de «red», aunque con minúscula, pero tengo todas las dudas respecto a que sea realmente «social». El prefijo entre paréntesis (significa no-social, no anti-social) desea patentizar una cierta reserva, justificada por el posible sesgo aportado por mi visión personal del asunto, aceptando que puedo estar equivocado y que mis números no son extrapolables, aunque mantengo serias reservas.

En primer lugar conviene declarar mis expectativas, esto es, lo que yo esperaba de una «red social»: Conocer personas con un cierto grado de afinidad intelectual y cultural, intercambiar conocimientos y aprender. En pocas palabras, comunicación bilateral activa. Se da la circunstancia que me encontraba (y me encuentro) en fase de aprendizaje filosófico, por lo que quizá sobrevaloraba dichas expectativas. Tras un año de participación activa y una sensación continua de incomodidad percibida en las distintas modalidades de uso que la red pone a mi disposición (amistades, grupos, páginas) que me han ido llevando progresivamente a una pasividad manifiesta, he decidido cuantificar mis impresiones con el propósito de objetivarlas y de ponerlas a disposición de quien pueda estar interesado, de lo cual declaro mi total y absoluta ignorancia. Como valor añadido (esto ya es egoísmo puro), me he entretenido mucho.

El estudio se ha llevado a cabo durante una semana completa, con objeto de considerar  también los festivos, sobre las publicaciones de mis 46 amistades virtuales, la gran mayoría de las cuales lo son por solicitud y voluntad propia. Los hechos y conclusiones son los siguientes:

Publicaciones:
Sólo publican 16 (35%) de los que sólo 10 (22%) lo hacen diariamente. Esto implica que no sé absolutamente nada del 65% de mis «amistades», ya que se da la circunstancia de que los que no publican tampoco pulsan "me gusta" ni, obviamente, comentan nada. Sencillamente, no están. Conviene señalar que 4 de los 10 superan las 10 publicaciones diarias.

Me gusta/publicación:
La media de todos es de 2,32, de los cuales 5 reciben menos de un "me gusta" y 3 superan los cinco. Como excepción que confirma la regla, uno de ellos ha conseguido 34!!! Felicitaciones.

Me gusta/amigo:
La «asocialidad» aumenta notablemente al ponderar los "me gusta" con el número de amigos que tiene el publicador, entre los que, lógicamente, me encuentro. La media absoluta es de cuatro entre diez mil, lo que quiere decir que para conseguir un simple “me gusta” deberías contar con dos mil quinientos amigos. El mínimo se sitúa en el doble (8/10000) y el más «socializado» consigue catorce “me gusta” por cada cien amigos. Felicitaciones de nuevo.

Comentarios/publicación:
Parece lógico esperar peores resultados. Comentar algo, además de exigir pensar lo que se ha de escribir, representa un considerable esfuerzo, si lo comparamos con un simple “click”, maniobra también cara para mis amigos y para los amigos de mis amigos. La media absoluta es de menos de un comentario por publicación (0,71). Cinco de los publicadores consiguen un cero patatero y sólo dos superan los cinco. El récord se lo lleva el mismo de antes con un fenomenal 20,8. Caramba.

Comentarios/amigo:
Esto es la traca final. La media nos dice que comenta ¡uno de cada diez mil “amigos”! Nuestro amigo excepcional consigue nueve comentarios de cada cien o, lo que es lo mismo, uno de cada diez de sus “amigos” comenta sus publicaciones. Y es todo un record!!!

Conclusiones generales:
Repito, estas conclusiones se refieren exclusivamente a la «sociabilidad» de la red, entendida como comunicación bilateral activa y se circunscriben al colectivo de “amistades” del autor. Por lo tanto, se debe entender que el indicador más representativo sea el de comentarios/amigo. Un comentario no es más que la expresión del deseo de comunicación por parte de quien lo realiza y representa la forma más elaborada de utilización del componente «social» de la red. Un “me gusta” es impreciso y ambiguo, por lo que es poco o nada representativo. Por lo tanto, basado en estos principios, debo concluir que una red que consigue la increíble proeza de generar un comentario por publicación entre diez mil amigos puede ser calificada de todo menos de «social». Podemos ver el indicador como queramos: un comentario por cada diez publicaciones para mil amigos o un comentario por cada cien publicaciones para cien amigos. En todos los casos, de lo más «asocial».

Ignoro el beneficio que reporta publicar sin retorno alguno. Indudablemente, debe satisfacer alguna necesidad o expectativa, pero yo no lo aprecio. Tampoco comprendo el acumular “amistades” mudas y sordas (informáticamente hablando). Me resulta mucho más beneficioso y enriquecedor suscribirme discrecionalmente a páginas interesantes y “digerir” su información. Pero esto no es comunicación bilateral y para ello no se necesita “amistad” ni “sociabilidad” alguna.

Veo también más coherente crear y mantener una página propia donde publicas lo que quieres y se apunta el que quiere sin necesidad de pedirte permiso. En tres meses, mi página, cuya preparación diaria me reporta indudables beneficios, cuenta con 400 seguidores (no lo comprendo), aunque los comentarios y los “me gusta” siguen siendo escasos. Pero, por lo menos, es más coherente, no se trata de mis “amigos”. Claro que cuando veo una página de filosofía con más 20.000 seguidores en la que conseguir 200 “me gusta” en una publicación es todo un éxito llego al convencimiento de que mis conclusiones son extrapolables al conjunto de la red.

Resumen: red «asocial» y escaparate de publicaciones (más bien manifiestos, en muchos casos, adoctrinadores), no de comentarios ni de comunicación. Prima el monólogo sobre el diálogo. Y, cuando lo hay (no analizado hoy, pero ya tratado con anterioridad en este blog), mucho dogmatismo, relativismo moral y tolerancia asimétrica.

¿Relación con la ética? Mucha. La red es adictiva. Reconozco que siempre he intentado ver más allá de la pantalla, intentando clonar mi conducta real en mi conducta virtual, en lo que se ha demostrado un ingenuo intento. Recuerdo que en mis primeros días algún “amigo” (por incompatibilidad dogmática, ha dejado de serlo) se disculpaba (quizá para quitárseme de encima) por tener que bajar a pasear el perro, lo cual me parecía de lo más humano. Y que, debido a los husos horarios, avisaba a mis interlocutores del otro lado del charco que me iba a descansar. Seguramente me debían ver como un perro verde o una anomalía estadística. Ahora ya me he normalizado. Por lo tanto, existe una ética virtual que mantiene el tronco básico de tus convicciones, pero que se reviste de una capa que todo lo tapa (y de chaleco antibalas y máscara para protegerse de muchas publicaciones) y que, sin agredir ni ofender a nadie, procura extraer de la red lo mejor para uno mismo. Ética «asocial», en suma.

Y la vida sigue, más allá de Facebook.

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