Requisito: clavar el clavo. |
Pero… ¿qué significa Competencia? Según la segunda acepción del RAE, «Pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado». Según la norma ISO 9000:2005 (3.1.6), «Aptitud demostrada para aplicar los conocimientos y habilidades». Por último, ISO 9001:2008 en 6.2.1 establece «El personal que realice trabajos que puedan afectar a la conformidad con los requisitos del producto debe ser competente en base a la educación, formación, habilidades y experiencia apropiadas» y el 6.2.2 a) «Se debe determinar la competencia necesaria...». Por lo tanto, podemos concluir lo siguiente:
- La «conformidad con los requisitos del producto» es aplicable a cualquier actividad. Todo producto es el resultado de un proceso y, consecuentemente, debe tener requisitos, concepto que hemos dejado claro en multitud de ocasiones: en el ámbito político, el primer requisito debe ser el cumplimiento del programa electoral y en el personal, el cumplimiento de los compromisos adquiridos voluntariamente y que conforman nuestra ética;
- Para conseguir dicho cumplimiento se debe ser «competente»;
- Que la «competencia» se apoya en una o más de estas cuatro patas: educación, formación, habilidades y experiencia;
- Que esta «competencia» nunca es absoluta y universal sino que es relativa y particular. Es decir, debe «determinarse» para cada ámbito, trabajo o actividad específica. Todos somos o no somos competentes «en algo».
Ahora bien, establecida la definición de incompetencia como la falta de aptitud o de capacidad para cumplir con los compromisos adquiridos, vamos a profundizar un poco en la competencia, en especial en su relación con el campo de la excelencia o, lo que es lo mismo, con la eficiencia. Una vez somos «competentes» (eficacia 100%) podemos avanzar en la mejora gracias a la optimización –o reducción- de los recursos empleados. Por lo tanto, dentro de la competencia, siendo un estado, pueden darse grados. Así como un «incompetente» bastante tiene sin adjetivos, se puede ser «simplemente» competente, «muy» competente o «extremadamente» competente. Todo ello en función de la eficiencia –que no eficacia- demostrada en el cumplimiento de sus obligaciones (requisitos, compromisos, etc.)
Y para terminar, volvamos al principio. Todos tenemos una función que desempeñar en cada momento. Y la calidad y excelencia en el desempeño de esta función (el producto) esta determinada por nuestra (in) competencia. Esto es aplicable a cualquier persona y cualquier función, incluidos los líderes y gestores de la tribu. Ya sea por la indeterminación de la competencia necesaria –en la tribu, cualquiera puede ser «jefe»- como por incompetencia congénita o voluntaria –que la hay-, los resultados son desastrosos en todos los ámbitos (político, económico, educativo, sanitario, judicial, etc.). ¿Qué podemos hacer desde nuestro pequeño oasis personal? Además de gestionar adecuadamente nuestro voto (o no-voto), procurar no caer en los mismos errores:
- No adquirir compromisos más allá de nuestras capacidades o de nuestra competencia;
- Si resulta inevitable, aumentar nuestra competencia (educación, formación, habilidades, experiencia) con las acciones que estén a nuestro alcance;
- Dar ejemplo. Como dijo Einstein: «Dar ejemplo no es la mejor forma de influir en los demás. Es la única».
«Incompetencia más incompetencia es igual a incompetencia» (Teorema de Peter).
«El vidrio caliente tiene la misma apariencia que el vidrio frío» (Primera ley del laboratorio).
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