A esta lúcida reflexión de Karl Popper le voy a añadir —eludo conscientemente el condicional «le añadiría» tan en boga— que ello es absolutamente independiente de tus esfuerzos, porque de quien depende realmente es de la voluntad de los otros, voluntad, en la mayoría de los casos, mala y en el resto de casos, condicionada por la ignorancia o la pereza mental.
Ante esta situación y dado que no quiero ser malinterpretado, lo mejor es callarse. Por lo tanto, me voy a abstener de opinar. Porque también creo que, a diferencia de lo que se desprende de muchos de los mensajes enviados a quien quiera escuchar, la verdad absoluta no existe y, como la verdad no es opinable, todo es opinión. Y las opiniones, si no te las piden, lo mejor es guardártelas. Te ahorrarás muchos sinsabores
No quisiera terminar sin declarar que, con toda probabilidad, yo también he malinterpretado todas y cada una de las píldoras que me han llegado, algunas —pocas— realmente ingeniosas y gratificantes, pero el denominador común, la media de todas ellas, me ha resultado de muy baja Calidad y nula Excelencia (de la Ética, hoy, mejor no hablar). Pero claro, esto sí que es una opinión personal. Porque seguramente, no es verdad. Y con toda seguridad, también será malinterpretado.
NOTA: Esta efeméride marca el regreso a la actividad blogera, tras un largo período en el que ha coexistido una lacerante falta de inspiración con un aumento circunstancial de tareas que no favorecían en absoluto la introspección necesaria para «pensar antes de escribir» (cosa que no parece hayan practicado demasiado algunos de los autores mencionados).
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