Si visita este blog por PRIMERA VEZ, le recomendamos leer EN PRIMER LUGAR Empezando por el principio.


martes, 10 de septiembre de 2013

Querencias manipuladas

«La mayor manipulación se da cuando consiguen que quieras lo que ellos quieren (y tú no querías)».

Porque lo consiguen. Por diversos métodos, pero lo consiguen. Y de paso, consiguen la legitimación de lo querido, transfiriendo a tu persona toda responsabilidad sobre las consecuencias –normalmente, buenas para ellos y malas para ti– de esta querencia.

Manipulado (quería seguir sentado)
andando...
Dada la íntima relación del tema con la ética de los sujetos implicados –en especial, la del manipulador–, el amplísimo espectro de actividades donde puede causar estragos –en especial, al manipulado– y la proximidad de acontecimientos que vienen al caso, vamos a dedicar la entrada de hoy a reflexionar un poco sobre esta constante vital, presente en todos nosotros, en mayor o menor grado, en uno u otro papel. Bueno será reconocerlo de partida.

Empezaremos estableciendo las premisas necesarias para poder hablar, en justa aplicación del término, de verdadera manipulación. En primer lugar, el potencial manipulador debe ser consciente de su condición. Es decir, debe tener la intención de doblegar la voluntad del manipulado, llevándola a desear lo que no desea. Porque no se trata de forzarle a aceptar algo no deseado, sino a desear lo no deseado, lo que caracteriza la sofisticada perversión que anida en toda manipulación que se precie.

Un plus de calidad se da cuando el manipulador no cree en lo que predica, caso más frecuente de lo que parece (en especial, en la clase política). Es en este caso cuando el manipulador adquiere su condición de maestro, rebajando a los creyentes a la categoría de simples aficionados, inducidos a fomentar el proselitismo por fuerzas no bastardas de índole natural, pudiéndose argumentar en su descargo que obran –mejor dicho, creen que obran– en beneficio del desnortado manipulado, al que, normalmente, una vez conseguido el objetivo, se refieren como un afortunado «converso».

Establecida la condición –necesaria, pero no suficiente– del impulso consciente, ha llegado el momento de comentar los métodos que caracterizan a la manipulación como tal. En primer lugar se debe tener en cuenta que no existen métodos universales, sino adecuados a las características del objetivo, el cual, no lo olvidemos –de nuevo, especialmente, en el ámbito político–, puede ser colectivo, lo que establece una relación cualitativa directa con su condición ética, cultural o intelectual. Dicho esto, en la primera posición del ranking se encuentran los métodos indetectables para el manipulado. La principal justificación de esta premisa de indetectabilidad reside en la propia condición humana, la cual, mayormente y de forma casi automática, rechaza que nos digan lo que tenemos que hacer. Esto implica utilizar una depurada técnica basada en mensajes subliminales que calan sin huella inmediata, pero que, por dosis acumulativa –ya tenemos el segundo método (éste general): la reiteración–, van minando inadvertidamente la voluntad del potencial manipulado.

Cuando, por dificultad real –extremada resistencia, cultura o sensibilidad del objetivo– o por incompetencia del manipulador, no es posible el mensaje subliminal, es necesario jugar la carta de la promesa de beneficios y ventajas sin fin, haciendo llamada a los elementales instintos primarios –no necesariamente perversos, como el de supervivencia– inherentes a la especie humana. La receptividad varía, pero, en principio, la ventana está abierta, y, en este caso, su cierre depende de la habilidad del manipulador. Por descontado, la veracidad –total o parcial– del argumento resulta del todo punto irrelevante, siendo lo único importante que «suene bien» y que se base en «conceptos» cuanto más generales y ambiguos, mejor. La clave reside en no propiciar análisis racional alguno. Ejemplos paradigmáticos (extraídos del mundo real) son: «nos roban», «ganaremos más» o «pagaremos menos». En el extremo detallista puede llegarse hasta el «viviremos más y mejor» por contar con «mejor sanidad» (no consta la promesa de «parecernos a George Clooney o a Charlize Theron», pero todo llegará).

Por insólito que parezca, estos métodos, aplicados con una reiteración obsesiva, consiguen un notable éxito, que va llevando, quizá por agotamiento, a la rendición del manipulado, quien finaliza el proceso convencido de la bondad de los argumentos exhibidos por el manipulador, al que, desde este momento y en los casos colectivos, reconoce como líder o «pastor del rebaño». Como se ha comentado anteriormente, se da también la circunstancia de que la conversión se ha producido de forma voluntaria e interesada, pasando al primer plano de interés la propia querencia, la cual cobra vida propia al margen del instigador. Llegado a este punto, el manipulado no es consciente del hecho y negará hasta la extenuación la existencia de manipulación alguna, lo que libera al manipulador de toda responsabilidad.

Ni que decir tiene que estas reflexiones, más allá del indudable tufillo político que destilan(1), son de aplicación a cualquier ámbito, sea personal, familiar, social o religioso y que deben ser leídas con mentalidad abierta, con la seguridad de que todos hemos protagonizado, en algún momento de la vida, ambos papeles. Tal y como se ha defendido en múltiples entradas de este blog, la ética colectiva, como tal, no existe, pues es siempre el reflejo estadístico de la ética personal de cada individuo, por lo que no consideramos adecuada la generalización de conductas. Esto viene a cuento, particularmente, por la extendida opinión que se tiene de la clase política, a la que los no se consideran «manipulados» califican, entre otras muchas lindezas, de «manipuladora». Nada más lejos de la realidad. Olvidan que, como hemos dicho, no sentirse «manipulado» es precisamente una prueba de manipulación. Y respecto a los «manipuladores» (sean del tipo que sean), el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Mañana, en la tribu, podremos (todos) hacer prácticas. Manipulación de calidad y excelente. Y paradójicamente, según se ha dicho, quien se sienta manipulado –yo mismo–, probablemente, no lo estará tanto.

1 - Me he abstenido conscientemente tanto de calificar la manipulación de «propaganda» como de recurrir al tópico de citar al personajillo de Goebbels como arquetipo histórico, a pesar de que alguna de mis reflexiones pueda –erróneamente– parecer inspirada en sus métodos y técnicas (interesados, consultar Wikipedia). Sinceramente, no estamos tan mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario