Si visita este blog por PRIMERA VEZ, le recomendamos leer EN PRIMER LUGAR Empezando por el principio.


domingo, 29 de septiembre de 2013

Esterilización y talla intelectual

La mejor forma de apreciar tu talla intelectual es leyendo. Dependiendo de lo que leas te sentirás más o menos «alto». Obviamente, lo más recomendable y provechoso es sentirse un «enano».

Pensamiento esterilizado.
La lectura de una obra excepcional provoca inmediatamente sobre mi capacidad de escritura un efecto esterilizador de duración variable dependiendo del grado de excelencia percibido. Diríase que se activa en mí una especie de autocontrol que me impide entrar en liza con el excepcional escritor y con lo que ha escrito, fundamentalmente, por cómo lo ha escrito. Es inevitable. Me convierto en un «enano» intelectual. Frente al soporte en blanco –papel o pantalla–, el recuerdo de lo leído prevalece sobre cualquier intento creativo, llegándome a persuadir de que todo está escrito y que no tiene ningún sentido competir con la perfección, situación que me impide ligar pensamiento alguno y, consecuentemente, mancillar el virgen e inmaculado soporte con elementales letras y símbolos mal organizados en imperfectas y redundantes frases que, con toda seguridad, no interesarán a nadie, incluyendo, en estos tristes momentos, a mí mismo.

Después, una vez finalizada la lectura y transcurrido un cierto tiempo, los detalles –el cómo, las formas– se difuminan, persisten las platónicas ideas –el qué, el fondo–, va desapareciendo el efecto de la anestesia y empiezo de nuevo a pensar que existen variadas formas de escribir lo mismo y que, visto así, las esterilizantes lecturas excepcionales pueden llegar a ser una fuente de fertilidad. Porque lo que cuenta es la combinación de ambos conceptos, fondo y forma. Esto dignifica la frecuentemente denostada «apariencia» –la forma– frente a la exagerada importancia atribuida a la «esencia» –el fondo–. Y debo reconocer que, por lo menos en la escritura, esta conclusión socava fuertemente mis asentadas convicciones.

Y en estas estamos –leyendo un libro excepcional– cuando vence el plazo autoimpuesto de escribir, al menos, una entrada semanal en este blog. O sea, completamente esterilizado. Pero, paradójicamente, la pantalla no está en blanco. ¿Quiere esto decir que sólo he escrito tonterías que a nadie interesan? Probablemente. Pero no pienso vulnerar mi compromiso. De hecho, no he hecho más que transcribir reflexiones inmediatas, sin apelar en ningún caso a la mayor o menor fertilidad creativa de la que pueda disponer, tarea perfectamente compatible –creo– con mi estéril estado actual. Por lo tanto, lo escrito, escrito está. Sólo falta intentar cerrar dignamente el tema.

Me pregunto: Si una buena lectura afecta, aunque sea temporalmente, a tu capacidad de escribir... oír hablar bien, asistir a una excepcional conferencia, escuchar un excelente discurso ¿afecta a tu capacidad de expresión oral? Evidentemente, no me refiero al corto plazo. Doy por supuesto que, del mismo modo que es altamente dificultoso leer y escribir al mismo tiempo, resulta cuando menos inapropiado –aunque posible– arrancar a hablar en pleno discurso ajeno. Me refiero al medio y largo plazo. Al período en el que, literalmente, te han dejado sin habla. Y creo que las reflexiones sobre la temporal esterilización provocada sobre la escritura son perfectamente extrapolables a la expresión oral. Es más, probablemente, a cualquier expresión artística. En mi caso, aficionado a la música en general y mediocre practicante de guitarra, me encuentro en estado de esterilidad permanente, agravada tras la asistencia a algún concierto particularmente excepcional ejecutado por el(los) virtuoso(s) de turno –léase, por ejemplo, Eagles, Eric Clapton, Joe Bonamassa o Pat Metheny– en especial estado de gracia (que también tienen sus momentos bajos).

Porque nada nos viene de serie. A los efectos del tema tratado, todo nuestro conocimiento proviene de lo leído, lo visto o lo oído –si, lo sé, faltan tres sentidos–. Y, a menos que seas un loro, lo que te queda son las ideas, el fondo. Como mucho, por excepcional que sea, recordarás que te gustaron las formas, que te impactaron notablemente, pero poco más. Por lo tanto, cuando pretendas transmitir conocimiento, siempre deberás poner de tu parte. Es decir, explicarte, ya sea de forma oral o escrita, con tus propias palabras, exprimiendo tus circuitos mentales, desarrollando la esencia de lo aprendido. Y, con toda seguridad, a mayor excepcionalidad, a mayor perfección percibida en el momento de la adquisición del conocimiento, mayor esterilidad inmediata, pero también mayor fertilidad futura. Bienvenida sea pues la esterilización temporal. Sólo se precisa un poco de paciencia para digerir y destilar lo adquirido. En definitiva, para crear tu propia versión. Sin plagios.

Veamos ahora la aplicación de todo lo escrito al restringido dominio de este blog. Si no te comprenden, prueba a explicarte de otra forma, a ser imaginativo. La fertilidad propicia decir –o escribir– lo mismo con otras palabras, con otros giros gramaticales, con un vocabulario menos elitista, menos erudito. Si hace falta, baja tu nivel, la mejor forma de elevarlo*. Incorpora estos principios de actuación a tu ética personal. Explotando tu fertilidad, si logras que te comprendan, la calidad estará garantizada. Si además logras la excelencia, conseguirás esterilizar a tu interlocutor. Le harás sentirse un «enano». Y así seguirá la cadena.

* El tópico «ponerte a su altura» presupone que estás más alto y que bajas tu nivel. En realidad, el resultado es el contrario: siempre que lo haces elevas tu altura moral e intelectual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario