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sábado, 5 de enero de 2013

Perder el Tiempo

Nuevo año. Primer artículo. Me digo a mi mismo: debería escribir algo representativo. Algo coherente con la efeméride. Porque acaba de empezar un nuevo año, lo que quiere decir también que acaba de terminar un viejo año. Y como soy (no sé si puedo decir "somos") absolutamente previsible, me están rondando por la cabeza los típicos y tópicos deseos para este nuevo año: la consabida retahila (que no pienso desvelar) de buenos propósitos. Y, la verdad, no recuerdo si me sucedió al año pasado, pero en este momento me asalta la preocupación por el deber cumplido (o incumplido). Por hacer balance. No es que me sienta empresario (en la empresa es -o debería ser- costumbre hacer presupuestos anuales y verificar su cumplimiento), pero me pregunto... ¿he aprovechado el año? O, mejor todavía, ¿he perdido el tiempo? Y ante esta sincera y lícita autopregunta, me quedo un poco confuso. ¿Cómo le puedo dar respuesta si no sé lo que significa exactamente? ¿Perder el tiempo? ¿Es eso posible? ¿No será otra frase tópica, vacía de contenido? Pues bien, ya tenemos tema. Pero, vayamos por partes:

El tiempo...
En primer lugar, deberíamos aclarar la acepción (o acepciones) que le damos al término. En primera aproximación, nos referimos al tiempo como dimensión. Es decir, como magnitud medible. Como algo que fluye con independencia de nuestros actos. Al que poco o nada le importa lo que hagamos o dejemos de hacer. En este momento tengo ante mí un reloj de péndulo y me he quedado un momento haciendo nada (bueno, mirando el péndulo) y no se ha parado. Ha continuado con su perpetua cadencia (mientras no se agote la pila, claro) de un segundo (más o menos). Resulta un ejemplo un poco burdo, pero ha resultado cómodo pues no me he debido mover del sofá. Otro ejemplo del incesante fluir del tiempo, en este caso de un período anual, es el número de oscilaciones pendulares de mi reloj entre las últimas campanadas del reloj de la Puerta del Sol y las del año anterior: 31.536.000 (les aseguro que no las he contado, tengo mejores maneras de "perder el tiempo"). Ni que decir tiene que, tanto mi reloj de péndulo como el de la Puerta del Sol, son meros accidentes a los que el tiempo ignora. Son simples instrumentos de medición que nos permiten "percibir" el paso del tiempo (otros, algo menos precisos, pueden ser nuestra calva o los achaques).

Una última reflexión: El flujo del tiempo discurre siempre hacia el futuro. Entonces, nuestro único contacto con el tiempo sería el presente, porque el pasado ya no está y el futuro todavía no ha llegado. Pero el presente también es una ilusión. Cuando nos apercibimos de él, ya es pasado. Estamos permanentemente en un instante a caballo entre los tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro. A este respecto, viene al pelo la definición de Aristóteles: "El tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes". Si un instante, por definición, es instantáneo, con esto está todo dicho.

Tener...
Pero, ¿tenemos tiempo? ¿Qué significa "tener tiempo"? Cuando nos preguntan cuantos años tenemos (menos mal que no nos lo preguntan en segundos) y respondemos, por ejemplo, 67... ¿los tenemos o no los tenemos? Pues claro que no. Estos son los que, precisamente, no tenemos. Los que ya se han ido. Tener, lo que se dice tener, tenemos los que nos faltan. Pero... ¿cuántos son?
Nacemos con un saco de tiempo a nuestras espaldas. Pero que nadie se ponga nervioso. Con esto no quiero decir que todo está escrito ni que el mundo esté regido por el determinismo newtoniano. Soy un ferviente defensor del libre albedrío, el cual es, precisamente, el que nos permite "perder el tiempo" a voluntad. El tiempo total del que disponemos no se conoce "a priori", pero existe. El saco es virtual, y contiene las oscilaciones del péndulo desde nuestro nacimiento hasta nuestro tránsito a dondequiera que sea que se pare, para el viajante, definitivamente. Por lo tanto, de lo único de que podemos estar seguros es de "tener" el tiempo que "ya hemos tenido" y de que lo que queda en el saco es algo indeterminado, lo que puede ser una buena razón para "no perderlo".

Gastar...
Entonces, ¿se gasta el tiempo? Analizado de forma superficial, diremos que sí. Todo el tiempo pasado se ha gastado. Y ahora mismo, estoy gastando mi tiempo escribiendo este artículo. Vamos, vaciando el saco. Pero si profundizamos un poco, deberíamos diferenciar entre gasto (consumo puro y duro) e inversión (expectativa de aprovechamiento posterior). ¿Hemos gastado o hemos invertido? Esta es la cuestión. La adecuada inversión de nuestro tiempo es una especie de viaje al futuro. Quizá nos permita hacer más cosas. El tiempo invertido (también, en menor medida, gastado) hace nuestra vida más eficiente que el tiempo únicamente gastado, el cual la podrá hacer eficaz, pero nunca eficiente.

Ganar...
¿Podemos "ganar tiempo"? Sí. Una de las formas la acabamos de tratar: invirtiendo (no gastando) el tiempo adecuadamente. La otra es haciendo las cosas más rápido. Esto no quiere decir "mover el culo" más rápido, sino estar por lo que se hace en cada momento, sin distracciones ni actividades múltiples. A pesar de que hay quien defiende que puede hacer "muchas cosas a la vez", esto es una soberana tontería. Quizá se lo parezca, pero las cosas se hacen de forma secuencial, una detrás de otra, y la simple ilusión de hacerlas simultáneamente ya es un lastre (en el caso del tiempo, lo que no se gana, se pierde). Esto es aplicable a cualquier actividad, aunque se trate de actividades a tiempo fijo. Por ejemplo, la jornada laboral es la que es. Se podría pensar que si uno no puede marcharse antes a casa, no "gana tiempo". Pues no es así. Piense un poco en ello. En cuanto a las actividades de tiempo variable (por ejemplo, pintar el comedor), la respuesta es obvia: pintar bien y rápido.
En cualquier caso, la ganancia siempre es relativa. El saco virtual tiene el tiempo que tiene. De lo que se trata es de "poder hacer más cosas buenas, satisfactorias y aprovechables" en el poco tiempo que nos queda (cada vez menos). En resumen: de no "perder el tiempo".

Perder...
La pregunta clave sería: si el tiempo de que disponemos es constante, ¿perdemos el tiempo que gastamos o invertimos? ¿Qué significa exactamente "perder el tiempo"? Para responder a la pregunta, utilizaré una lógica negativa: intentaré definir lo que "no es" perder el tiempo. Entonces, cualquier incumplimiento de los siguientes requisitos, será una forma más o menos velada de "perder el tiempo". Veamos:
  • Cumplir los compromisos con el entorno próximo y lejano, adoptados racional y voluntariamente, los cuales conforman nuestra ética personal.
  • Planificar nuevas actividades (no en contradicción con nuestra ética) con el propósito de propiciar la inversión en lugar del gasto, de tal forma que ocupen el máximo de tiempo previsiblemente disponible.
  • Como ampliación del punto anterior, digamos que una actividad planificada perfectamente válida puede ser "hacer nada" o, simplemente, "meditar".
  • Ejecutar todas las actividades, siguiendo las recomendaciones detalladas en el apartado "Ganar...".
Conclusión
El tiempo es lo más valioso que "tenemos". Suena a tópico, pero no lo es. No es posible comprar más. Dorian Gray sólo existió en la mente de Oscar Wilde. El saco está cada año, cada día y cada oscilación de péndulo (ahora mismo lo sigo viendo delante de mí) más vacío. Y esta evidencia se hace más patente a medida que el tiempo avanza (y sólo avanza). Por lo tanto, es un recurso insustituible.

Finalizó el tiempo del artículo. Ha llegado el momento de concluir de forma honrosa. Del mismo modo que siempre me cuesta empezar, siempre me cuesta terminar (supongo que cuando se acabe el tiempo no será distinto). Pero vamos a hacerlo fácil: Calidad (eficacia, hacer todo lo previsto), Excelencia (eficiencia, invertir bien, no despilfarrar) y Ética personal (incorporar la preocupación por no "perder el tiempo"). Siempre es lo mismo.

Espero no haberlo perdido.

"La mejor manera de no perder el tiempo es que no te sobre."

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