Si a esto, le añadimos que, aproximadamente, un tercio del tiempo de nuestros años de vida laboral lo hemos dedicado a trabajar, podemos concluir que ambos conceptos no nos deberían resultar extraños y que, si lo son (o nos lo parecen) es que “algo” ha fallado en nuestra relación con el trabajo (1).
Ciertamente, el hecho de que mi vida profesional se haya desarrollado, en su mayor parte, como trabajador por cuenta ajena, en Empresas cuya actividad y cultura empresarial no eran ajenas a ambos conceptos (2), introduce un sesgo personal que podría distorsionar mi perspectiva. Pero no lo creo.
Creo firmemente que los principios de Calidad y Excelencia son perfectamente aplicables en su integridad a Empresas de todo tamaño y condición. Aquí incluyo, en relación no exhaustiva, a grandes multinacionales, PYMES, autónomos, comercio minorista, despachos profesionales, médicos, etc. En suma, al trabajo, por cuenta ajena o propia, desarrollado por cualquiera de nosotros.
Por lo tanto, de manera consciente o inconsciente, estos principios no nos deberían ser extraños. No se trata de ser un experto. Estamos hablando de reconocer los conceptos y tener formada opinión (indiferente, buena o mala) de los mismos. Si no es así, si nos suena a chino, decíamos que “algo” ha fallado.
Pero lo único que podemos saber de ese “algo” es que no hemos sido nosotros. No es nuestra culpa. Lo que ha sucedido es que, en nuestro periplo por la vida laboral, no hemos entrado en contacto con estos conceptos por causas diversas. Y éste es el problema: la escasa o nula “visibilidad” de la Calidad y la Excelencia.
Pues bien, nos resulten o no extraños, si aceptamos que son aplicables a Empresas de todo tipo (incluida un empresa personal, p.e. un taxista) y que su adecuada aplicación no reporta más que beneficios, mi postura es que nada impide su extrapolación al ámbito personal, conformando el soporte de una Ética que, en cierto modo, normalice (3) nuestra vida.
Hasta aquí, le hemos aplicado a la Empresa la definición “ortodoxa”:
“Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos (4)” (RAE - 2)
Evidentemente, esta Empresa, a pesar de tomarla como ejemplo, no es en absoluto sinónimo de nuestra vida. Es más, resulta absolutamente letal llevártela a casa. Por lo tanto, esta Empresa no es nuestra vida. Es algo necesario, pero no lo es TODO. Este es el primer pre-requisito para nuestra Ética personal.
Por lo tanto, busquemos una acepción más próxima a nuestro entorno personal:
“Acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo” (RAE - 1)
Esta definición resulta más acorde con nuestra vida. Supongo que nadie negará que la vida entraña dificultad y requiere decisión y esfuerzo. Entonces, utilizando esta acepción, a riesgo de ser tildada de frase fácil, superficial y oportunista, podemos asegurar que “la Vida es una Empresa”. La única, la más importante.
Y a esta Empresa le vamos a aplicar Calidad y Excelencia. Vida o Empresa, ahora son lo mismo. Pero falta el segundo prerrequisito: deberemos trabajar 24 horas al día. Compromiso y auto-exigencia.
“No basta trabajar, es preciso agotarse todos los días en el trabajo” (Auguste Rodin)
NOTAS:
(1) Y, por extensión, con la sociedad.
(2) Sinceramente, más Calidad que Excelencia.
(3) En el sentido literal: “normalidad”, no “alienación” o “rebaño”.
(4) En los tiempos actuales de crisis, en muchos casos “de supervivencia”.