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sábado, 15 de diciembre de 2012

Nada

Si siempre lo es, creo que hoy resulta más que obligado justificar el título. En más de una ocasión he expuesto mi costumbre de empezar cualquier escrito pensando y decidiendo su título. Esta forma de proceder me ha sido frecuentemente criticada con el falaz argumento de que empezaba la casa por el tejado. En cambio yo defiendo que, gracias a este ejercicio de abstracción, empiezo a escribir con una visión esquemática, pero bastante aproximada, del contenido del escrito (sea artículo o libro). En pocas palabras, no empiezo a escribir si no sé sobre lo que voy a escribir. Esta obviedad, para mí absolutamente necesaria en cualquier disciplina, no siempre se da en la práctica. Me vienen a la memoria numerosos ejemplos de tirarse a la piscina sin mirar si había agua, tanto en el campo profesional (por ejemplo, empezar diseños de nuevos productos sin definir sus especificaciones) como en el político (ejemplo reciente en las elecciones catalanas). Evidentemente, uno puede equivocarse, pero el esfuerzo de introspección racional previo sólo puede reportar beneficios. Entonces, en el caso del escrito, se cambia el título (reconozco que en otras disciplinas la solución no es tan fácil. Que se lo digan al convocante accidental).

Siempre hay "algo".
¿Y que relación tiene todo esto con el título de hoy? Acuño una nueva variante del "cogito ergo sum" de Descartes: "Escribo, luego pienso". Esto significa que escribir es el resultado de un proceso que se inicia en el pensamiento. Y, siendo coherente con la disquisición del párrafo introductorio, primero se debe pensar el título. Y lo que ha sucedido es que, por más que me rompiera el coco, (no)1 se me ocurría NADA. Y me he dado cuenta que ya tenía el título. ¿"Nada"? ¿con lo que ya llevo escrito? Menuda incongruencia. Pero esta incongruencia me va a servir para reflexionar sobre la Nada y su existencia (o inexistencia).

Creo que la Nada no existe. Por lo menos, a nivel intelectual. Y la prueba es este artículo. Es imposible (no) pensar en NADA. Es más, creo firmemente que, por más que lo intentes, cada vez piensas en más cosas. Discrepo con las filosofías o religiones, generalmente orientales, que pregonan la abstracción absoluta y el nirvana, aunque esto no quiere decir que niegue su posibilidad. Sólo defiendo mi personal punto de vista, el cual me satisface plenamente. Pensar, pero siempre pensar en ALGO. Y "pensar antes de actuar". Por lo tanto, el pensamiento siempre precede a una acción(2). Y toda acción es ALGO. Por lo tanto, la Nada, no existe. Y si existe, entonces, será el preludio de algo, luego no es Nada, es Algo. Potencial, pero, al fin y al cabo, algo.

Ahora cobra sentido la doble negación: cuando decimos coloquialmente "no somos nada", lo que estamos diciendo realmente es: "somos algo". No lo olvidemos. Siempre somos algo. Esta es la moraleja que da de sí la corta inspiración de un sábado. Toda una tontería. Pero lo que no se me podrá negar es que he escrito Nada. Pido condescendencia a los lectores.  

"Nada hay en la mente que no haya estado antes en los sentidos" (Aristóteles).

1 - La forma coloquialmente utilizada incluye la doble negación, lo que, en lógica, significa exactamente lo contrario: "se me ocurría ALGO". Lo cierto es que "se me ocurría NADA". Esta precisión lingüística pretende adelantarse a eventuales críticas de puritanos lógicos. Y también introducir algo de humor es mi sequía intelectual de hoy.
2 - No actuar, de forma deliberada, puede también ser una forma de acción.

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