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domingo, 24 de noviembre de 2013

Derecho(?) al pataleo

Hoy es uno de estos días en los que tienes la casi total seguridad de que, escribiendo, te vas a complicar la vida, lo que sucede indefectiblemente cuando no eres capaz de transmitir con una fidelidad razonable lo que piensas sobre un tema que, sin lugar a dudas, puede calificarse como «políticamente incorrecto». Pero, a pesar de todo, vamos a intentarlo.

Ya se cansó de «patalear» 
Conviene puntualizar de entrada que resulta imposible no reaccionar ante el reciente amontonamiento de sucesos(1) relacionados con los poderes en los que directa o indirectamente hemos delegado el buen gobierno de la sociedad. Estos sucesos, representados tanto por acciones como por omisiones, convenientemente amplificados por los medios, provocan un escándalo considerable, el cual, una vez convertido en «alarma social», deviene el preámbulo lógico de una justificada «indignación» ciudadana. Es entonces cuando aparece el tema de hoy: el derecho al pataleo(2). Porque no se puede negar que es un derecho indiscutible, máxime cuando la sociedad «indignada» ha llegado a la acertada conclusión de que resulta el único cauce que le permite visibilizar esta «indignación».

Una vez reconocido este principio básico –la existencia y justificación de este derecho social– ha llegado el momento de entrar en faena, y lo vamos a hacer identificando las cuatro patas sobre las que nos vamos a apoyar: opinión, criterio, opciones e información, términos extraídos de la siguiente cadena de proposiciones que, a mi modo de ver, representan las condiciones iniciales necesarias –aunque no suficientes– para ejercer este derecho con la máxima calidad.
Formular una opinión exige tener independencia de criterio, para lo que se precisa, necesariamente, tener criterio, el cual no existe sin disponer de una mínima diversidad de opciones, algo imposible de conseguir sin tener acceso a una información razonablemente veraz y, lo que es más importante, sin someterla a un análisis racional. De todo ello se deduce que una buena opinión debe basarse en una buena información.
Porque ejercer este derecho es, en principio, opinar. Y, a pesar de que habitualmente se ejerce de forma colectiva, no se debe olvidar que representa la expresión de una opinión individual, ejercida de forma distinta por el sujeto según las posibilidades a su alcance(3) y que, por lo tanto, ambas –tanto la opinión (el fondo) como su manifestación (la forma)– entran de lleno en el ámbito de la ética personal. Ahora bien, no se puede hablar de individualidad sin independencia, representada por la libertad de elección entre diversas opciones. Ambas –diversidad y libertad– son las que permiten a la persona la aplicación de un criterio racional, cuyo resultado, si es negativo, es el que dispara la necesidad del «pataleo». Pero de nada serviría todo lo antedicho si las opciones manejadas no respondieran a la realidad, algo directamente dependiente de una información razonablemente veraz. Y subrayamos «razonablemente» porque ésta es la pata débil del sistema, sobre la que tenemos menos control. Resolver este problema es difícil, pero puede ser paliado en parte con una receptividad no sesgada hacia medios de información de ambos lados del espectro político, una extrema sensibilidad para la detección de intentos de manipulación, dogmatismos o adoctrinamientos subliminales o encubiertos y un esfuerzo sincero de síntesis(4) que nos deje «razonablemente» satisfechos.

Con esto hemos caracterizado el derecho al pataleo, que quedaría definido así:
La imposibilidad de vehicular una opinión negativa(5) formada a partir de criterios racionales e informados.
Por lo tanto, a contrario sensu, si se puede vehicular o no se apoya en criterios racionales o informados, NO EXISTE tal derecho. Estas son las causas de deslegitimación. Porque el ejercicio de un derecho no tiene por que ser siempre legítimo, lo que nos lleva a terminar con la parte «políticamente incorrecta» de esta entrada.

Por descontado no me voy a meter en terreno pantanoso, deslegitimando explícitamente las muchas expresiones de derecho al pataleo –principalmente colectivas– que me apetecería, pero si que voy a decir que, no compartiéndolas, las comprendo(6). En cambio, dedicaré algo de atención a algunas expresiones individuales de este derecho que considero especialmente ilegítimas. Y me refiero a personajes públicos –principalmente políticos en ejercicio– a los que se les supone(...) estar adecuadamente informados, los cuales –a diferencia de la sociedad de a pie– disponen de múltiples canales y foros para visibilizar su descontento en el pleno ejercicio de la función para la que han sido delegados. Incluyo aquí, su participación en manifestaciones públicas –frecuentemente parapetados tras un bastardo y acomodaticio «a título personal»–, su continua descalificación a las gestiones de «los otros», su olvido sistemático de la desidia o incompetencia en su gestión que es la que propicia el legítimo «derecho al pataleo» de sus mal representados, derecho que, echándose al monte como cabras, deslegitiman –incluso manipulan– con su poco ético apoyo o presencia física. Ejemplos no faltan.

Resumiendo: Derecho al pataleo SÍ, pero legítimo, de calidad(7).

Notas:
1 - Instrucciones, filtraciones y sentencias judiciales (autóctonas y foráneas), excarcelaciones, recortes, titubeos, incontinencia verbal o simple incompetencia ministerial, desahucios, corrupción –presunta y no tanto– a todos los niveles (desde la familia real hasta los sindicatos), etc., etc.
2 - Chusco término bajo el que vamos a acoger las mil y una formas de visibilizar esta «indignación», entre las que destacan las manifestaciones en la vía pública –me abstengo de emplear el peyorativo «callejeras»– y las declaraciones –más o menos grandilocuentes– en los medios.
3 - Indudablemente, los políticos o personajes de relevancia pública, además de la manifestación colectiva, tienen otros canales para ejercer su derecho de forma individual. Otra cosa es que estén o no legitimados para hacerlo. Pero este tema –la legitimación– lo trataremos más adelante.
4 - En términos matemáticos hablaríamos de una «media estadística».
5 - Vulgo: reclamación o queja.
6 - No es falso paternalismo, pero obvio las causas que me inducen a ello.
7 - Desgraciadamente, en este tema, la excelencia tampoco es aplicable.

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