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sábado, 22 de noviembre de 2014

Los Superiores

Un Superior en acción.
Pertenece este artículo a la galería de tipos iniciada con los Destructores y los Privilegiados, pudiéndose considerar como un subtipo de los Yoístas (que no egoístas), todos ellos —a pesar del elevado número de algunos— anormales estadísticos. Y como resulta habitual, voy a dedicar las primeras líneas a justificar el tema de hoy:

Hace ya tiempo que he dejado de preocuparme por la ausencia de inspiración para acudir a esta cita de una forma periódica. Creo que es una pérdida de tiempo —sobre todo, cuando, por ley de vida, empieza a ser escaso—, el emplearlo en una estéril búsqueda de tema cuando es la propia realidad la que, en forma de estímulo, nos provee de los mismos, eso sí, de forma un tanto imprevista y aleatoria, lo que no deja de tener su atractivo. Y así ha sido esta vez.

A lo largo de mi existencia he participado en innumerables reuniones de trabajo, en las que, mayormente, los participantes se sentían felices y afortunados protagonistas de un hecho colectivo que superaba el ámbito individual. Y cuando así no ha sido, el conductor de la reunión (1), ante una actitud manifiestamente displicente o ausente, ha llamado al sujeto al orden o le ha invitado a dejar la reunión. A este respecto, siempre he defendido que «si quieres formar parte de un equipo, deberás dar algo de ti, porque si no lo haces, serás como un socio de club de fútbol que ve el partido desde la general (con prismáticos) (2)».

Esta actitud de displicencia viene acompañada, en la mayoría de ocasiones, por la suficiencia, y, ahora entramos ya en harina, por la superioridad, manifestándose de muy distintas formas, entre las que destaco dar golpecitos en la mesa con el boli (o el smartphone), mirar al techo frecuentemente, poner los ojos en blanco, adoptar una postura excesivamente relajada y, ésta es constante, una participación verbal nula o escasa (monosílabos o frases cortas un tanto crípticas, ignoro si de forma premeditada o porque no tienen realmente nada que decir).

Como he dicho antes, todo esto forma parte de mi acervo de experiencias y, hasta ahora, lo había metabolizado sin daño aparente, dando por sentado que formaba parte de la normalidad, hasta el punto de no considerarlo tema objeto de mayor atención. Pero hete aquí que nunca se aprende demasiado y que, también en este caso, existen displicencias de nuevo cuño —en este caso, tecnológico— que, en mis últimas dos reuniones, me han agredido como un mazazo y que espero evacuar —porque son desechos— con este artículo.

Imagínense un participante que se pasa la reunión sentado en pose desmadejada, jugando ostentosamente con una tablet a un juego al que llamaremos «Candy Crush», por llamarle algo, ya que no soy experto en juegos de este tipo y éste me suena. Su aportación, una vez requerido, se resume en un «me dais dolor de cabeza» y «estáis hablando del sexo de los ángeles», un mensaje por cada reunión, la primera de nueve horas, y la segunda de tres. Ni que decir tiene que esto es nuevo para mí. Por descontado, el tema de la reunión —que no viene a cuento— no versaba sobre juegos, sino sobre cosas un poco más importantes, por lo menos, para el resto de participantes, ninguneados por el sujeto.

Para concluir, no se me antoja otra explicación que ésta: el sujeto pertenece al tipo de Los Superiores, parte de la especie humana que está siempre de vuelta de todo (en mi caso, prefiero estar siempre de ida) y que manifiesta su superioridad mental permanentemente, aunque no se lo soliciten. Normalmente, ante discrepancias de criterio, empiezan la argumentación con un «Yo...» seguido de «he hecho esto, he hecho lo otro, etc.». Además, rehuyen el debate, de nuevo debido a una creída superioridad cognitiva, a una ignorancia supina (la peor, no saber que no se sabe) o a la dificultad de articular un discurso mínimamente entendible, pero, en cualquier caso, evidenciando una soledad extrema y una absoluta incapacidad para trabajar en equipo.

Y finalizaré con un acto de contrición No voy a negar que, en ocasiones, me he sentido Superior, en especial frente a sujetos de estas características, pero exclusivamente en temas en los que, objetivamente y de forma demostrable, me siento formado y experto, que no son muchos, pero los que son, son. Y cuando no es así, cuando reconozco a personajes de mayor nivel o maestros en disciplinas que no domino, normalmente prefiero el silencio, escuchar atentamente (que no oír) y aprender, siempre aprender. Una de las actividades, en mi opinión, junto con enseñar, más gratificantes. Pero con Los Superiores, no. Rotundamente no. Ni tienen nada que enseñarme ni desean aprender. Esta posición vital forma parte de mi ética personal, y procuro respetarla, con la pretensión de mantener una actitud, como mínimo, de Calidad. Hoy, de nuevo, la Excelencia queda para mejor ocasión.

Notas:
  1. Sí, no hablamos de asambleas igualitarias. Siempre debe existir un conductor, llámese moderador, boss o como sea.
  2. Los «cultivados» pueden sustituir el fútbol por el Liceo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Comunicación: Tipología Geométrica

Después de un largo período de descanso desde mi último y musical artículo, abordo de nuevo un tema que siempre me ha preocupado: la comunicación. Y lo voy a hacer estableciendo una correlación metafórica entre las figuras elementales de la geometría plana y el proceso de comunicación, correlación que, espero demostrar, va más allá de la epidérmica forma y define con precisión el fondo de la cuestión.

En primer lugar, estableceremos las premisas que acotan el alcance de este escrito:
  • Por “comunicación” entendemos un proceso que transmite un mensaje entre dos sujetos, a los que llamaremos emisor y receptor; Esto incluye los tres modos típicos: unidireccional (simplex, por ejemplo, una conferencia de Sheldon Lee Cooper o una rueda de prensa de Mariano Rajoy), bidireccional alternativa (half-duplex, por ejemplo, un debate del Congreso o en FaceBook) y bidireccional simultánea (full-duplex, por ejemplo, una conversación telefónica);
  • Se entiende que existe comunicación en tanto ambos sujetos se reconocen como conectados, lo que implica siempre un inicio y un final de conexión identificable;
  • Esto significa que quedan excluidos, por ejemplo, clamar en el desierto o gritar desde la cumbre de un fiordo noruego y discusiones eternas y filosóficas como debatir sobre el sexo de los ángeles;
  • Además de tener límites temporales identificables, nuestra comunicación deberá tener un propósito, aceptado por ambas partes;
  • Por último, la comunicación en modo uno-a-muchos (broadcast, por ejemplo, un programa de radio), a nuestros efectos, siempre se tratará como una suma de uno-a-uno (simplex);
  • En cuanto a su final, se producirá por desconexión voluntaria del emisor o del receptor, ya sea por haber alcanzado su propósito, por la convicción de su imposibilidad o por puro aburrimiento.
Distintos tipos de comunicación geométrica.

Espiral:
Distinguiremos dos tipos, la repulsiva y la atractiva. Ambas se caracterizan porque los sujetos se sienten conceptualmente próximos y mantienen la conexión durante el tiempo suficiente para dar varias vueltas completas a la argumentación, sin lograr coincidencia plena en cada giro. Si se produce alejamiento de posturas, tenemos una espiral repulsiva. Si, por el contrario, se produce acercamiento, tenemos una espiral atractiva.

En el primer caso, la comunicación cesa cuando el alejamiento de posturas la impide, ya sea de modo real (no se escuchan) o figurado (uno, otro o ambos, se agotan).

En el segundo caso, la comunicación finaliza cuando la densidad del mensaje compartido se ha hecho tan masiva, que, a modo de agujero negro, se concentra en un punto (una singularidad) e impide la salida a la luz de toda discrepancia: en resumen, por ejemplo, en una discusión, los sujetos se han puesto de acuerdo o, en una conferencia, tras las dudas iniciales, hay coincidencia plena. Este es el modo más noble de resolver diferencias: el método de aproximaciones sucesivas.

Círculo:
Caso particular del anterior, en el que pueden suceder dos cosas: que estén completamente de acuerdo o que discrepen totalmente. En ambos casos, dar más de un giro al mismo mensaje resulta de una ineficacia absoluta, lo cual no impide que existan sujetos que disfrutan dando vueltas al tio-vivo conceptual sin más beneficio que la pérdida de tiempo, probablemente, porque les sobra. Si el final del proceso se produce en el primer giro, se trata de una decisión racional que honra a quien la toma. Si no es así, qué duda cabe de que se producirá por agotamiento físico o mental.

Parábola:
Consideraremos parabólica toda comunicación simétrica que está bien enfocada, es decir que el(los) mensaje(s) que intervienen convergen en el propósito, también llamado foco de atención de los sujetos. Por lo tanto, una comunicación parabólica está en los antípodas de una comunicación dispersa, de difícil, sino imposible, representación geométrica. Del mismo modo que la espiral, por tratarse de una figura abierta, el sentido del desplazamiento es significativo. Si nos aproximamos al vértice (discrepancia mínima) existe acercamiento de posturas y si nos alejamos, todo lo contrario.

Hipérbola:
La característica principal de una comunicación hiperbólica es que coexisten dos focos y dos vértices y que el desarrollo del proceso puede ser asintótico, es decir, tender a infinito. Por lo tanto, aunque existen, no son comunicaciones demasiado recomendables, porque requieren discutir de dos cosas a la vez. Aunque no debe confundirse con el término «hipérbole», su significado académico (RAE) nos viene al pelo: «Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla; exageración de una circunstancia, relato o noticia». Más claro, el agua.

Línea:
Una comunicación lineal es la que presenta un inicio y final claro y meridiano. Empieza y termina de forma contundente, con independencia del resultado. Puede ser recta, curva, quebrada o sinuosa, cuyos significados son autoexplicativos. Pero lo que no se le puede negar es concreción y, si cumple el propósito, eficacia y eficiencia máxima.

Conclusiones:
Llegados a este punto, creo que la correlación geométrica de la comunicación es algo que puede sostenerse con cierto fundamento. Por descontado, pueden existir más figuras, en especial, las cerradas, de las que únicamente hemos tratado el círculo, el cual no es más que un polígono de infinitos lados. Pero su propia forma, ya sea elipse o polígono regular o irregular, nos dice claramente el tipo de comunicación que representan (abrupta, errática, desordenada, etc.). Por lo tanto, objetivo cumplido.

Ahora sólo resta justificar qué pinta toda esta digresión geométrica en este blog. Vamos a intentarlo también: Personalmente, intento practicar, prefiero y recomiendo la comunicación espiral atractiva y la rectilínea. Creo que son las de más Calidad (ambas) y Excelencia (la segunda).