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sábado, 19 de enero de 2013

De la Tribu al Cosmos (ida y vuelta)

Una aldea neolítica, hogar de la Tribu.
Como miembros del conjunto de la especie humana no podemos eludir la atávica tendencia al gregarismo cuyo origen se encuentra en el instinto de supervivencia que anida en las profundidades de nuestro sistema límbico (en ocasiones llamado también "cerebro reptiliano") anclado al tallo cerebral desde hace millones de años (la materialización de esta tendencia, en su expresión más primigenia y humana, dio en llamarse "tribu"). Esta tendencia, compartida por gran número de especies animales (con otro nombre, evidentemente), se ha incorporado, supongo, a nuestra dotación genética, lo que hace particularmente trabajoso el eludirla. Viene esto a cuento de los intentos efectuados por parte de determinados líderes políticos (es un decir), de reforzar esta tendencia genética (actualmente, residual) como reacción de defensa frente a determinadas circunstancias que desvelaremos más adelante. Este refuerzo se concreta en una exacerbación de estos instintos primitivos, materializado en la utilización cotidiana de una amplia colección de epítetos entre los que destacan robos, asfixias (económicas; la respiratoria se comenta más adelante), ofensas y agravios sin fin, recibidos desde las afueras del colectivo (al que llamaremos "enemigo exterior"), los cuales, de ser absolutamente ciertos, deberían haber terminado hace tiempo con todo vestigio de vida en el territorio objeto de tanta incuria e inquina. Como esperpento especialmente paradigmático e imaginativo citaremos la amenaza, detectada en algunas ocasiones, de que se nos prohibiría incluso ¡respirar en nuestro idioma! Esto, de concretarse, por asfixia pura y dura, podría ser calificado, incluso, de verdadero genocidio.

A pesar de la localidad del planteamiento y de su reducido alcance (una tribu es, por definición, una agrupación local), lo que pretendo analizar hoy es cómo afectan las hipotéticas interferencias de los dirigentes políticos a nuestra predisposición genética al gregarismo y como deberíamos afrontar estos hechos, si sucediesen, desde la perspectiva de nuestra ética personal, en el convencimiento de que estas reflexiones pueden ser de aplicación universal.

Hemos definido "tribu" como la expresión más genuina y primigenia de la agrupación de un reducido número de seres humanos con el objetivo de compartir la defensa de la supervivencia (impulso instintivo, no consciente) con el disfrute de una cierta coincidencia de intereses (impulso no instintivo, consciente) en un claro ejercicio de proto-sinergia, este concepto tan trillado (y desgastado) en la actualidad. En la tribu ya se dan, en estado embrionario, todos los símbolos o convencionalismos que podemos reconocer en las colectividades políticas actuales, más o menos desdibujados en función de la progresión a que han llegado (o a la que les han dejado llegar) en la escala evolutiva. En particular, nos remitiremos a las figuras de los miembros y a las del "jefe" de la tribu y del sumo sacerdote o "chamán".

El Cosmos, hogar que todo lo abarca.
En mi modesta opinión, un miembro del género humano siempre pertenece a un colectivo, independientemente de su posición vital, la cual, en un alarde de independencia absolutamente irreal, podría incluso negar su adscripción a colectivo alguno. Los límites los debemos situar entre la Tribu (en el sentido dado en este artículo) y el Cosmos, entendido como un concepto, como un albergue universal donde pueda sentirse cómodo quien manifieste independencia o incompatibilidad tribal absoluta. Entre ambos límites se encuentran las innumerables formas políticas de agrupación humana caracterizadas por una simbología específica, orientada principalmente a reforzar el sentido identitario y de pertenencia al grupo. Esta simbología puede ser de muchos tipos. En su extremo más deleznable puede ser antropométrica, racial o religiosa, pero lo más habitual es que se vista de trapo en forma de banderas o prendas de vestir autóctonas, convenientemente aderezada de grandes dosis de costumbrismo materializado en cánticos (conocidos como himnos), danzas rituales o competiciones de habilidad o fuerza (tres reminiscencias atávicas), exponentes todos ellos de los valores diferenciadores del afortunado colectivo respecto al resto de la desafortunada humanidad. Todo esto puede complementarse con suculentos y específicos productos alimenticios agrícolas o ganaderos, en crudo, manufacturados o cocinados siguiendo rituales tan sólo al alcance de los iniciados. Nunca viene mal echar mano de alguna batallita o efeméride histórica capaz de doblegar, llegado el caso, las voluntades de los remisos o indolentes. Si a esto se le une la existencia de un idioma propio, tenemos todos los números para conseguir manipular adecuadamente el proceso de regresión ¿Quién es el responsable de manejar y proyectar toda esta extensa simbología sobre los sufridos miembros de la tribu? Pues el "jefe" y el "chamán" (a los que les dedicaremos atención más adelante), convenientemente apoyados en un subconjunto de miembros o élites, no necesariamente políticos (en especial, los medios de comunicación), entregados a la causa (por idealismo o por conveniencia -vulgo, “apesebrados”-) sin los que tal ingente tarea resultaría del todo punto imposible.

De por sí, el miembro de a pie es particularmente refractario a metabolizar toda esta parafernalia. A pesar de la predisposición genética, el paso del tiempo, la tecnología, la globalización y el multiculturalismo van dejando su huella, en forma de pequeñas mutaciones que atemperan la tendencia natural al gregarismo ciego, redireccionándola hacia el exterior, en la dirección del Cosmos, de la pertenencia a un colectivo de mayor dimensión espacio-temporal y humana que la pequeña y provinciana tribu cargada de simbología identitaria castradora de la iniciativa personal y laminadora de la riqueza que reside en la combinación de personalidades diversas y, porque no, discrepantes. El anónimo miembro sólo desea que sus dirigentes ejerzan la función para la que los han nombrado y que no molesten demasiado. Que gestionen con eficacia y eficiencia la parte alícuota del esfuerzo de cada uno que se materializa en los impuestos y, sobre todo, que no roben. La inmensa mayoría de los miembros no se sienten "tribu". Es más, reniegan de este nombre. A menudo, se les llena la boca de expresiones cósmicas tales como "ciudadanos del mundo" o declarándose acérrimos simpatizantes del "multiculturalismo".

Pero, en ocasiones, todo esto se tuerce. Puede ser por factores exógenos, endógenos o por combinación de ambos (no es el momento de analizar ejemplos concretos que están en la mente de todos). Normalmente, el catalizador es una situación económica particularmente grave, la cual exige a los miembros del colectivo un ímprobo esfuerzo para subsistir, con lo que se despierta el cerebro reptiliano, los instintos de supervivencia nublan la razón y empiezan a criticar y amenazar la autoridad. No importa si, en un alarde de mala gestión, han gastado lo que no tenían (teníamos) y nos han dotado, además de un déficit monstruoso, de servicios e infraestructuras de nuevos ricos, nunca vistos en colectivos de nuestro entorno de democracia más longeva y de economía mucho más saludable. Como niños sin chupete, ante los recortes, lloramos y nos manifestamos en la calle, poniendo en crisis el sistema. Entonces, la actividad del "jefe" y sus adláteres empieza a subir de tono y, aprovechando su posición de privilegio, identifican un enemigo externo (esto es fundamental), activan la parafernalia simbólica, incluyendo la organización de manifestaciones populares, más o menos amañadas en sus objetivos, y empiezan una huida hacia adelante caracterizada por la "desinteresada", "humilde" y "generosa" transferencia del protagonismo del proceso a los miembros del colectivo, de los que se reclama (solicita) soporte mayoritario para "liderar" su justa, legítima (legitimada por la ahora omnipresente simbología) y "espontánea" protesta. Evidentemente, en todo este juego no se encuentra referencia alguna a mala gestión del "jefe" ni de los miembros del consejo de la tribu, gestión, como hemos visto antes, a todas luces criticable, sazonada, frecuentemente, por interminables procedimientos judiciales en curso y por un "runrún" social y mediático notable (cuando el río suena...) con la corrupción como monotema.

En este momento, la mente del "jefe" (conviene señalar que, por multiplicidad de intereses, bastardos o no, nunca está solo) arde en deseos de regresión. Él, que siempre los ha visto como tales, desearía ahora que la mayoría del colectivo que lidera, se sintiera, de nuevo, tribu. Que se envolvieran en cánticos y banderas y que le siguieran ciegamente hacia no se sabe dónde, pero siempre alejándose de la desagradable situación actual (probablemente, más desagradable para él que para el resto). En su huida, si se puede (y aunque no se pueda) intentará legitimar la regresión mediante una consulta, cuya redacción sea lo suficientemente confusa para permitir a la élite tribal salidas "elegantes" en caso de fiasco. Y lo que resulta imposible de predecir es el resultado final de todo esto. Porque no lo sabe ni el "jefe", el que nos debería liderar (de hecho, no lo puede saber nadie). Pero, estemos como estemos, se nos garantiza que seremos Tribu (ahora con mayúscula). Más pequeños, más identificables, con bandera, himno, cocina, embutidos, huertos y vegetales autóctonos (existen dudas razonables sobre el sector industrial), con hacienda, justicia y seguridad social propia (el ejército, además de caro, está mal visto) y, probablemente, dignos, engañados, asfixiados y robados. Pero ahora por los nuestros, por los de nuestra Tribu. Cuánto honor. Y, como se ha cambiado el escenario, vuelta a empezar.

Nos queda hablar un poco de la figura del "chamán", aunque, en esta triste historia, no se trata de un personaje imprescindible. Hay que tener en cuenta que no nos referimos a un personaje histórico (toda Tribu que se precie, los tiene), sino a alguien vivito y coleando que no siempre existe o que, existiendo, no está dispuesto a participar en todo este embrollo. Para que pueda jugar un papel en toda esta historia (repetimos, una historia de ficción), además de su disposición, es preciso que cumpla un serie de condiciones: a) Haber ostentado la condición de "jefe" y/o haber sufrido acoso, persecución o prisión (esto es el desiderátum) por parte del enemigo externo o por un "jefe" anterior, b) gozar de una imagen física venerable que despierte simpatía y proyecte una cierta seguridad y c) haber cambiado manifiestamente de posición respecto a la necesidad de llegar al "crítico" momento actual de regresión (perdón, transición liberadora) a la Tribu. Este personaje juega un importante papel de ascendente moral (mensaje típico: "las cosas han cambiado desde mis tiempos") que complementa de forma eficaz la simbología. De hecho, también es un símbolo.

Terminaremos con el efecto personal que puede causar el cuento para no dormir en que se ha convertido este artículo. Creo intrínsecamente mala la regresión, desde cualquier posición política, a la Tribu. En cualquier caso, somos seres racionales y, si, llegado el caso, tras un concienzudo proceso de reflexión, basado en hechos (no en creencias), llegamos a la conclusión de que es mejor pertenecer a una Tribu, gestada más o menos como se ha caricaturizado (un tanto esperpénticamente, lo reconozco) aquí, pues adelante. El problema reside en la calidad de los hechos que nos han de servir para tomar una decisión. Debemos exigir claridad en los planteamientos, análisis diáfanos, preguntas (y respuestas) concretas, ausencia de sesgo partidista, asepsia e imparcialidad en la presentación de hechos históricos y un etcétera tan largo que, en mi acusado escepticismo adquirido a pulso tras los permanentes "ensayos", me parece absolutamente inviable. Y, ante la duda, mejor abstenerse (esta posición aparentemente "pasota" también se hace visible para la élite, aunque dudo de sus efectos reales). Tampoco deberíamos permitir que nos lleven a decidir con el corazón, en lugar de con la cabeza. Deberíamos pensar en el aquí y ahora, no en lo sucedido hace siglos. Y si se sigue blandiendo el pasado, exigir una proyección racional de futuro, una proyección que posibilite la exigencia de responsabilidades. En resumen, no ser cómplices de un despropósito.

Olvidamos frecuentemente que debemos aceptar nuestra parte de responsabilidad en el comportamiento de los "jefes" y de la élite. Que esta responsabilidad debe presidir todos nuestros actos, incluso en la rutinaria "normalidad" previa a la regresión. Y que la sociedad no es más que un reflejo de todos sus componentes. Tenemos lo que nos merecemos. Nuestra ética debe ser coherente con ello. Personalmente, mientras me dejen, prefiero seguir sintiéndome cósmico, "ciudadano del universo". Sin banderas ni signos identitarios. Ni siquiera del planeta Tierra. Pero, a menos que te sientas un héroe o un quijote, se tome la decisión que se tome, y suceda lo que suceda, hay que aceptar la realidad próxima y local, aunque no nos guste. Y practicar, mientras nos dejen, la libertad de pensamiento, aportando nuestro granito personal al cambio mediante el ejemplo.  Porque... "las cosas son como son, no como quieres que sean". Creo que esta frase ya la utilicé en mi último artículo. Pero sigue siendo válida.

Nota importante: Los hechos descritos en este artículo son ficticios. Cualquier similitud con hechos reales debe ser tomada como una coincidencia circunstancial.

domingo, 13 de enero de 2013

Facebook...¿Gasto o Inversión?

En el último artículo trataba sobre la pérdida de tiempo, intentando darle un significado concreto al concepto, abstracto por naturaleza. Al margen del mayor o menor éxito en el intento, voy a utilizar este artículo como percha o trampolín para aplicar este concepto al tiempo consumido (¿gastado o invertido?) en las redes sociales. En particular, en Facebook (en adelante, FB).

Dejamos establecido que el tiempo es un recurso tan valioso que debería ser gestionado con eficacia y eficiencia o, lo que es lo mismo, con calidad y excelencia. También asociamos pérdida de tiempo con gasto (irrecuperable), preconizando como deseable una inversión adecuada del mismo con la esperanza de obtener un mejor aprovechamiento del que nos quede (lo gastado o invertido, consumido está). La idea fundamental era (y es) que si hoy "invierto" bien el tiempo en unas actividades determinadas, con toda seguridad tendré más tiempo disponible en el futuro para dedicarlo a otras actividades no relacionadas. Luego, he "ganado" tiempo.

Pero, en última instancia, ¿cuál es el criterio para juzgar si gastamos (despilfarramos) o invertimos (aprovechamos) nuestro tiempo en FB o en cualquier otra actividad? Pues depende de nuestras expectativas. Quien, por ejemplo, decide de forma racional que le conviene "desconectar" con una buena dosis de telebasura, él sabrá. Si esta actividad responde a sus expectativas y le sirve para "desconectar", no seré yo quien se lo discuta.Y aunque a mí me parezca una absoluta pérdida de tiempo, para el interesado será sin duda una buena inversión, ya que esta "desconexión" le permitirá abordar las tareas posteriores con mayor eficiencia. Esto demuestra la natural subjetividad del concepto, subjetividad a la que apelo si alguien se siente aludido o agraviado por el cuerpo y conclusión de esta reflexión en forma de artículo.

Tras diez meses de experiencia y como complemento al artículo "Ética y redes sociales" publicado en Octubre pasado, creo llegado el momento de efectuar un balance de la situación, sin esperar al cumplimiento del primer año, hito planificado en su momento. La causa de este adelantamiento reside en que mi percepción del tema (no nos vamos a engañar, desde el primer día, la cuestión era si se trataba o no de una pérdida de tiempo) se ha vuelto asintótica por lo que no espero grandes cambios en la misma. Lo que en alguna ocasión he calificado de experimento ha terminado. Y por lo tanto, ha llegado el momento de sacar conclusiones y utilizarlas como base de nuevas decisiones.

Empezaré declarando mis expectativas, las cuales serán más o menos ingenuas (esto lo veo ahora), pero eran las mías, y lo han seguido siendo hasta hoy: a) inter-acción, b) inter-cambio de ideas y c) enriquecimiento cultural. Resalto el prefijo "inter" como referente de diálogo y no de monólogo, que es lo que prima (con honrosas y contadas excepciones) en FB. Con objeto de no extenderme demasiado y en aras de la claridad, analizaré por separado los tres vectores de comunicación que nos brinda la herramienta:
  • Amistades: La alegoría del antiguo "muro" (hoy eufemísticamente bautizado como "biografía") resulta muy apropiada. De lo que se trata es de pegar en el muro "tus" pensamientos, reflexiones, fotos, tonterías o enlaces con la remota esperanza, en el mejor de los casos, de que al "compartirlo" con tus amigos (este es el concepto clave de FB, por cierto, nada interactivo) se beneficien de algún modo. En general, se trata de una difusión (broadcast), al modo de una emisora de radio o TV, separadora, no interactiva. De un escaparate donde se muestra el interesado, más o menos maquillado o vestido para la ocasión. Pero al fin y al cabo, un escaparate. Mis intentos de establecer comunicación real (bidireccional) a través del muro han resultado generalmente baldíos. En contadas ocasiones recoges algún golpecito en el cristal del escaparate (en forma de comentario, normalmente declarativo (sin dar pie a respuesta alguna) o de un "me gusta" de difícil interpretación) y aquí termina todo (repito, las excepciones, que las hay y muy buenas, no hacen más que confirmar la regla). Por mi parte, siempre he procurado publicar producción propia o enlaces que propiciasen el intercambio de opiniones, evitando (o intentándolo) herir la sensibilidad de mis "amigos" de los que, por la pura lógica inherente al carácter virtual de la amistad, ignoras sus sentimientos o afinidades, por ejemplo, políticos o religiosos, entendiendo, ingenuamente, que FB no debería ser un vehículo de adoctrinamiento de "amistades", sino un espacio de encuentro de "sensibilidades" afines. Debo decir que, muchas veces, este principio no es respetado. Y el hecho de que la solución sea fácil (desamigarte) no resuelve el fondo de la cuestión: no hay comunicación, hay difusión de manifiestos. Y algunos de ellos sin ninguna preocupación por herir la sensibilidad del potencial lector (y amigo).  Terminaré con una reflexión que tampoco deseo que se malinterprete: no sé cual es el umbral, pero no comprendo la utilidad de tener cientos (o miles) de amigos virtuales. Pero acepto que esta circunstancia (para mí, que leo todas las publicaciones de mis amigos, agobiante) cumpla las expectativas de alguien. Si es así, bien está. Pero yo no veo ninguna ventaja (a menos, claro está que se trate de una especie de competición o de una necesidad personal en la cúspide de la pirámide de Maslow). En cualquier caso, tampoco es (o no puede ser) comunicación bidireccional. Nadie puede comunicarse con cientos o miles de interlocutores. Evidentemente, para esto, lo mejor es Twitter, donde se les llama, sin complejos, "seguidores". Resumiendo: el vector "amistades" no cumple totalmente mis expectativas. Lo hace de forma parcial, dado que el escaso diálogo queda paliado en parte por la "sólo lectura" de las publicaciones (la mayoría enlaces o declarativas), de las cuales siempre se pueden extraer conclusiones positivas (1).
  • Grupos: Pensé, ésta es la solución. Al ser temáticos (Filosofía, Astrofísica, Física cuántica) la "afinidad" queda garantizada. Craso error. Al desaparecer el filtro de la "amistad" (alguna faceta buena tiene) aparece la fauna de FB en todo su esplendor: trolls, acomplejados, maníacos obsesivos monotema, etc., los cuales, aún siendo una minoría, contaminan de forma irreversible el grupo, sobre el que pende siempre la extraña ética de FB patentizada en un aplicación perversa de la tolerancia y de la libertad de expresión que solamente aparece cuando se manifiesta disconformidad o queja por alguna de sus intervenciones. Debo decir que esta tendencia es mayor (hablo de mi experiencia) en grupos de filosofía y no tan acusada en grupos de ciencia, donde parece que lo que prima es una especie de competición salvaje por publicar noticias y enlaces que lleva, en ocasiones, a la repetición de la misma noticia publicada por distintos medios, en una clara demostración de que, más que leer, lo que se pretende es publicar. Lo que sea, pero publicar. En ocasiones, un enlace se acompaña con el profundo mensaje "Interesante" o con un auto "me gusta", lo cual resulta obvio, ya que sólo faltaría publicar algo no interesante o que no te guste . Pues bien, tras las desagradables experiencias en dos de ellos (filosóficos, para más señas), comentadas anteriormente, intenté crear un Grupo con un alcance muy concreto (convivencia, cohabitación, continuidad Ciencia-Filosofía), el cual abandoné, previa justificación, a los dos meses, por considerar que se había pervertido su (mi) finalidad que era, precisamente, romper con el esquema de dependencia personal mediante una alta participación (es decir, ser un Grupo), decisión acertada y demostrada posteriormente con el languidecemiento del mismo tras mi abandono. Terminaré manifestando mi extrañeza respecto a la baja participación en los Grupos (esto es aplicable a todos ellos). Se comprende que no todos los temas pueden interesar a todos, pero aún así, el porcentaje de participantes activos no supera el 10%, quedándose en torno al 2% en grupos grandes (más de 1000 miembros). Entonces, debemos suponer que la gente se une (voluntariamente) sin ánimo de participar. Como mirones de escaparate. De nuevo: expectativas insatisfechas. Poca o nula comunicación. Ahora hablamos de "voyeurismo" (no nos engañemos, FB contagia; esto es lo que más o menos se hace también -y me incluyo- en el muro de las amistades).
  • Páginas: Como último intento, recientemente he puesto en marcha una página personal (Conciencia y Sinciencia), con lo que acepto de entrada la dependencia, donde publico lo que me gusta y que lo vea quien quiera. Esto es lo que parece funcionar en FB y lo que, al parecer, responde más a su espíritu. Aquí no me siento incómodo. Es como una revista o un libro. No esperas interactividad. No hay presión porque no es un Grupo y mientras le interese a alguien, por algo será (hay gente para todo). Es publicación pura y dura, tal y como es este blog o mis distintos libros publicados. En la página selecciono frases de pensadores (célebres o menos) que me han gustado, con una pequeña glosa y haciendo referencia siempre a las fuentes (sorprende también la infinidad de páginas de éxito y fotos en los muros con frases de famosos sin ningún valor añadido ni referencia a la fuente), una selección de noticias del día que creo de interés para el alcance de la página (o revista, como se quiera) y, en función del tiempo, algún tema propio. Curiosamente, al mes de vida cuento con más de 160 personas a las que "les gusta", pero la interactividad sigue brillando por su ausencia. Ninguna publicación ajena y muy pocos "me gusta" y comentarios. Por descontado, debate o intercambio de opiniones, cero patatero, aunque sufro la infantil y perversa “fagocitación” de algunas de mis publicaciones sin citar la procedencia. No se cumple la expectativa de diálogo, pero no estoy tratando con "amistades" ni en un Grupo, por lo que esperar diálogo es una inconsistencia. En buena lógica, no puedo decir que este vector de comunicación me cause insatisfacción porque su objetivo principal es publicar, no dialogar.
Conclusiones: Decepción profunda. Expectativas en gran parte frustradas. Pérdida de tiempo parcial en Amistades y total en Grupos. Mucho gasto y poca inversión. Decisión: minimizar el gasto (de hecho, mi participación en mi muro y en Grupos ya es testimonial) y maximizar la inversión extrayendo el máximo beneficio de la "pasividad", separando el grano (que lo hay) de la paja y disfrutando del indudable beneficio que me representa el auto compromiso (aquí entra en juego la calidad, la excelencia y la ética personal) de preparar publicaciones para mi página. ¿Hasta cuándo? Hoy no tengo respuesta.

Con total seguridad, alguien opinará que soy un ingenuo y que estas decisiones son como el descubrimiento de la rueda, que son el ABC de FB y que son las que todos practican. Pues me alegro mucho. A mí me ha costado diez meses aprenderlo y, en el ínterin, ha aprendido mucho sobre otras cosas. O sea, que tampoco he perdido el tiempo. Larga vida a Facebook. Y a todos a los que cumpla sus expectativas.

NOTAS:
1 - Pido indulgencia a mis "amigos" de FB. Decir lo que se siente puede aliviar al escritor pero también puede ofender al lector. Nada más lejos de mi intención.

sábado, 5 de enero de 2013

Perder el Tiempo

Nuevo año. Primer artículo. Me digo a mi mismo: debería escribir algo representativo. Algo coherente con la efeméride. Porque acaba de empezar un nuevo año, lo que quiere decir también que acaba de terminar un viejo año. Y como soy (no sé si puedo decir "somos") absolutamente previsible, me están rondando por la cabeza los típicos y tópicos deseos para este nuevo año: la consabida retahila (que no pienso desvelar) de buenos propósitos. Y, la verdad, no recuerdo si me sucedió al año pasado, pero en este momento me asalta la preocupación por el deber cumplido (o incumplido). Por hacer balance. No es que me sienta empresario (en la empresa es -o debería ser- costumbre hacer presupuestos anuales y verificar su cumplimiento), pero me pregunto... ¿he aprovechado el año? O, mejor todavía, ¿he perdido el tiempo? Y ante esta sincera y lícita autopregunta, me quedo un poco confuso. ¿Cómo le puedo dar respuesta si no sé lo que significa exactamente? ¿Perder el tiempo? ¿Es eso posible? ¿No será otra frase tópica, vacía de contenido? Pues bien, ya tenemos tema. Pero, vayamos por partes:

El tiempo...
En primer lugar, deberíamos aclarar la acepción (o acepciones) que le damos al término. En primera aproximación, nos referimos al tiempo como dimensión. Es decir, como magnitud medible. Como algo que fluye con independencia de nuestros actos. Al que poco o nada le importa lo que hagamos o dejemos de hacer. En este momento tengo ante mí un reloj de péndulo y me he quedado un momento haciendo nada (bueno, mirando el péndulo) y no se ha parado. Ha continuado con su perpetua cadencia (mientras no se agote la pila, claro) de un segundo (más o menos). Resulta un ejemplo un poco burdo, pero ha resultado cómodo pues no me he debido mover del sofá. Otro ejemplo del incesante fluir del tiempo, en este caso de un período anual, es el número de oscilaciones pendulares de mi reloj entre las últimas campanadas del reloj de la Puerta del Sol y las del año anterior: 31.536.000 (les aseguro que no las he contado, tengo mejores maneras de "perder el tiempo"). Ni que decir tiene que, tanto mi reloj de péndulo como el de la Puerta del Sol, son meros accidentes a los que el tiempo ignora. Son simples instrumentos de medición que nos permiten "percibir" el paso del tiempo (otros, algo menos precisos, pueden ser nuestra calva o los achaques).

Una última reflexión: El flujo del tiempo discurre siempre hacia el futuro. Entonces, nuestro único contacto con el tiempo sería el presente, porque el pasado ya no está y el futuro todavía no ha llegado. Pero el presente también es una ilusión. Cuando nos apercibimos de él, ya es pasado. Estamos permanentemente en un instante a caballo entre los tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro. A este respecto, viene al pelo la definición de Aristóteles: "El tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes". Si un instante, por definición, es instantáneo, con esto está todo dicho.

Tener...
Pero, ¿tenemos tiempo? ¿Qué significa "tener tiempo"? Cuando nos preguntan cuantos años tenemos (menos mal que no nos lo preguntan en segundos) y respondemos, por ejemplo, 67... ¿los tenemos o no los tenemos? Pues claro que no. Estos son los que, precisamente, no tenemos. Los que ya se han ido. Tener, lo que se dice tener, tenemos los que nos faltan. Pero... ¿cuántos son?
Nacemos con un saco de tiempo a nuestras espaldas. Pero que nadie se ponga nervioso. Con esto no quiero decir que todo está escrito ni que el mundo esté regido por el determinismo newtoniano. Soy un ferviente defensor del libre albedrío, el cual es, precisamente, el que nos permite "perder el tiempo" a voluntad. El tiempo total del que disponemos no se conoce "a priori", pero existe. El saco es virtual, y contiene las oscilaciones del péndulo desde nuestro nacimiento hasta nuestro tránsito a dondequiera que sea que se pare, para el viajante, definitivamente. Por lo tanto, de lo único de que podemos estar seguros es de "tener" el tiempo que "ya hemos tenido" y de que lo que queda en el saco es algo indeterminado, lo que puede ser una buena razón para "no perderlo".

Gastar...
Entonces, ¿se gasta el tiempo? Analizado de forma superficial, diremos que sí. Todo el tiempo pasado se ha gastado. Y ahora mismo, estoy gastando mi tiempo escribiendo este artículo. Vamos, vaciando el saco. Pero si profundizamos un poco, deberíamos diferenciar entre gasto (consumo puro y duro) e inversión (expectativa de aprovechamiento posterior). ¿Hemos gastado o hemos invertido? Esta es la cuestión. La adecuada inversión de nuestro tiempo es una especie de viaje al futuro. Quizá nos permita hacer más cosas. El tiempo invertido (también, en menor medida, gastado) hace nuestra vida más eficiente que el tiempo únicamente gastado, el cual la podrá hacer eficaz, pero nunca eficiente.

Ganar...
¿Podemos "ganar tiempo"? Sí. Una de las formas la acabamos de tratar: invirtiendo (no gastando) el tiempo adecuadamente. La otra es haciendo las cosas más rápido. Esto no quiere decir "mover el culo" más rápido, sino estar por lo que se hace en cada momento, sin distracciones ni actividades múltiples. A pesar de que hay quien defiende que puede hacer "muchas cosas a la vez", esto es una soberana tontería. Quizá se lo parezca, pero las cosas se hacen de forma secuencial, una detrás de otra, y la simple ilusión de hacerlas simultáneamente ya es un lastre (en el caso del tiempo, lo que no se gana, se pierde). Esto es aplicable a cualquier actividad, aunque se trate de actividades a tiempo fijo. Por ejemplo, la jornada laboral es la que es. Se podría pensar que si uno no puede marcharse antes a casa, no "gana tiempo". Pues no es así. Piense un poco en ello. En cuanto a las actividades de tiempo variable (por ejemplo, pintar el comedor), la respuesta es obvia: pintar bien y rápido.
En cualquier caso, la ganancia siempre es relativa. El saco virtual tiene el tiempo que tiene. De lo que se trata es de "poder hacer más cosas buenas, satisfactorias y aprovechables" en el poco tiempo que nos queda (cada vez menos). En resumen: de no "perder el tiempo".

Perder...
La pregunta clave sería: si el tiempo de que disponemos es constante, ¿perdemos el tiempo que gastamos o invertimos? ¿Qué significa exactamente "perder el tiempo"? Para responder a la pregunta, utilizaré una lógica negativa: intentaré definir lo que "no es" perder el tiempo. Entonces, cualquier incumplimiento de los siguientes requisitos, será una forma más o menos velada de "perder el tiempo". Veamos:
  • Cumplir los compromisos con el entorno próximo y lejano, adoptados racional y voluntariamente, los cuales conforman nuestra ética personal.
  • Planificar nuevas actividades (no en contradicción con nuestra ética) con el propósito de propiciar la inversión en lugar del gasto, de tal forma que ocupen el máximo de tiempo previsiblemente disponible.
  • Como ampliación del punto anterior, digamos que una actividad planificada perfectamente válida puede ser "hacer nada" o, simplemente, "meditar".
  • Ejecutar todas las actividades, siguiendo las recomendaciones detalladas en el apartado "Ganar...".
Conclusión
El tiempo es lo más valioso que "tenemos". Suena a tópico, pero no lo es. No es posible comprar más. Dorian Gray sólo existió en la mente de Oscar Wilde. El saco está cada año, cada día y cada oscilación de péndulo (ahora mismo lo sigo viendo delante de mí) más vacío. Y esta evidencia se hace más patente a medida que el tiempo avanza (y sólo avanza). Por lo tanto, es un recurso insustituible.

Finalizó el tiempo del artículo. Ha llegado el momento de concluir de forma honrosa. Del mismo modo que siempre me cuesta empezar, siempre me cuesta terminar (supongo que cuando se acabe el tiempo no será distinto). Pero vamos a hacerlo fácil: Calidad (eficacia, hacer todo lo previsto), Excelencia (eficiencia, invertir bien, no despilfarrar) y Ética personal (incorporar la preocupación por no "perder el tiempo"). Siempre es lo mismo.

Espero no haberlo perdido.

"La mejor manera de no perder el tiempo es que no te sobre."